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Opinión

Los groupies peruanos del gran Groucho, por Augusto Álvarez Rodrich

Marx: “Estos son mis principios. Si no te gustan, tengo otros”.

larepublica.pe
AAR

Una manera de demoler la institucionalidad es alterando el desempeño de sus organizaciones básicas por una politización que desvía su funcionamiento con la justificación de objetivos supuestamente más relevantes que los propios de su existencia.

Reconociendo que la actuación de una institución básica tiene efectos políticos, por politizar se alude acá, en línea con la RAE desde que incorporó la palabra en 1970, a privilegiar la consecuencia política de las decisiones antes que las propias de la naturaleza de la institución, lo cual no tiene que ver con la corrupción, que es algo muy distinto.

Entre los políticos, que acomodan los principios al interés, eso es moneda corriente. Un ejemplo de estos días: Verónika Mendoza critica, con razón, la cita de La Resistencia en el Mincul, pero su afonía era aguda cuando el Modavef se movía como Pedro por su casa, en el gobierno de Castillo del que fue socia. La reacción ante el violentista depende del extremo donde este se encuentra.

En otro ámbito, fiscales como los Lava Jato Rafael Vela y Domingo Pérez, o de la Nación, Patricia Benavides, alteran la verdad y modulan su vehemencia, según el color del investigado que, a veces, acaba como su víctima, pervirtiendo así el objetivo del ministerio público.

Lo mismo con ONG de temas claves, como la anticorrupción, con miradas distintas, rigurosas o distraídas, según el color político del que se ocupen. O de quienes creen que las organizaciones de defensa de los periodistas deben tener actuaciones diferenciadas según se coincida o discrepe de las opiniones.

O, hablando del periodismo, cuando se asume que el objetivo político es más importante que el compromiso con la verdad propio del oficio, como ocurre en el Perú y en todos lados, tal como lo recuerda Marty Baron —uno de los mejores directores de diarios del mundo—, quien hace poco dijo que “los principales medios no debemos ser activistas ni el partido de la oposición ni estar alineados” con determinados fines, por más importantes que se crea que son, pues lo relevante es “demostrar que eres independiente y aliado de los hechos, la verdad y el contexto”.

O sea, en toda institución se debe actuar con principios sin mutarlos por conveniencia, para lo cual es tan útil la célebre ironía del gran Groucho Marx.