El arreglo para armar la nueva mesa directiva del parlamento entre Fuerza Popular y Perú Libre, es decir, entre el fujimorismo y el comunismo, o sea, entre Keiko Fujimori y Vladimir Cerrón, no debe sorprender a nadie que siga a un congreso que no debate ideas al servicio del país, sino prebendas, intereses particulares y repartijas.
Por ejemplo, no es que el Congreso odie a la educación escolar al anular la meritocracia en la carrera, sino que deben dar una ley para el Bloque Magisterial para tener sus votos para otras cuchipandas. Tampoco se destruyó a Sunedu para malograr la educación universitaria, sino porque se necesitan votos de los lobbies de las ‘universidades’ truchas para otros anticuchos.
En cualquier democracia razonablemente sana, sin que llegue a la perfección que en estos asuntos nunca existe, cuando no hay mayorías en el parlamento, se necesitan acuerdos entre las minorías en un toma y daca.
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Eso es indispensable en una democracia. Pero en una democracia degradada como la peruana, se producen repartijas en vez de acuerdos. Que es la diferencia entre negociación y negociado. Acá solo se reparten puestos como franquicias de poder, pero sin pactos sobre lo que van a hacer con este.
La defensoría para Vladimir, el TC para Keiko, y el resto de los partidos no se queda sin vela en este entierro de la democracia, pues aquí todos chapan chambas y se ganan alguito, incluyendo a la legión de mochasuelderos que comprometen su voto a cambio de impunidad ante sus delitos.
Podrían justificar mejor, con menos halagos y más realismo, el trato entre FP y PL para arrejuntarse en la nueva mesa directiva del congreso, pero este objetivo explica los elogios entre Nano Guerra García y Waldemar Cerrón, Patricia Juárez y Guido Bellido, o Guillermo Bermejo y Alejandro Aguinaga. Y los que en ambas bancadas critican estos acuerdos por ser ‘contra natura’ no lo hacen por principios, sino porque no agarraron puesto en la repartija.
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Acuerdos que en la relación Ejecutivo-Legislativo se vuelve pacto de sobrevivencia implícito para durar, aprovechando la resignación de una ciudadanía cansada pero que no por ello claudica en su intención de adelantar elección para renovar a todo el elenco.