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Opinión

Dina para rato, por Mirko Lauer

"La rotunda confirmación de que Dina Boluarte piensa quedarse hasta el 2026, como es su derecho constitucional, va a tener efectos".

larepublica.pe
Mirko

La rotunda confirmación de que Dina Boluarte piensa quedarse hasta el 2026, como es su derecho constitucional, va a tener efectos. Por lo pronto para sus enemigos quitarla de en medio pasa de ser un objetivo secundario a ser una cruzada. Esto va a significar un cierto cambio de esquema táctico y de discurso. No hay un partido propiamente anti-Boluarte; ahora podría haberlo.

En términos generales los partidos de todo tipo se han estado tomando su tiempo para ponerse en campaña, pues el adelanto electoral era una cifra imprecisa, que suele significar remota. Paradójicamente, sin esa fecha como apoyo, el sentimiento pasará de cierta desidia a la necesidad de apurarse. Boluarte no adelanta las elecciones, pero sí las campañas.

Parte de esa aceleración y multiplicación de campañas va a incluir una fuerte crítica económica al Gobierno. Todos los problemas en ese terreno van a ser atribuibles a la decisión de Boluarte. La cual tiene un cierto aire de familia con la decisión de Alberto Fujimori de ir a una nueva reelección. Durar más es un peligro presidencial.

Luego está la administración de las alianzas, las de hoy y las de mañana. El actual entendimiento con Keiko Fujimori puede entrar en problemas, y de hecho ya está casi allí. Acompañar a una Boluarte que se desgasta suelta en plaza por tres años dejaría a la candidata de Fuerza Popular en una mala situación. Pues el 2026 será de todas maneras la hora de los opositores, no importa de qué lado del espectro ideológico.

Para los partidos nuevos o antiguos y desarreglados, la demora de Boluarte no ha sido tan mal vista. Necesitan tiempo para instalarse y ubicarse. Pero quizás buena parte de tres años es demasiado tiempo, ¿o no? Pero para partidos medio quemados como FP, PL, RN o APP, ese alargamiento del plazo en el fondo no es nada conveniente.

Desde otro ángulo, un mérito de la presencia de Boluarte en el poder ha sido que ella reemplaza al golpista Pedro Castillo. No fue suficiente para hacerla popular, pues los muertos pesan más que haber sacado a los golpistas. La pregunta es si en esos tres años el castillismo, que mantiene cierta popularidad en las encuestas, puede recuperarse.