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Opinión

Touraine y la democracia, por Antonio Zapata

“El Estado canaliza y generaliza las experiencias positivas, pero no sustituye a las fuerzas sociales. Por ello, la clave es reconocer al otro y con este simple hecho comienza una democracia social que marca la diferencia”.

larepublica.pe
Zapata

Hace unos días ha muerto el sociólogo francés Alain Tourine, cuyas ideas alcanzaron amplia influencia internacional. Uno de sus temas fue la democracia, su historia y desafíos en la sociedad contemporánea. A modo de homenaje, repasemos la situación nacional utilizando sus conceptos. En primer lugar, la definición negativa de democracia, las condiciones mínimas. Según Touraine, democracia es que nadie pueda tomar el poder y sostenerse contra la voluntad de la ciudadanía. Esa situación no se presenta en el Perú de hoy. La legitimidad de la alianza Boluarte-Congreso es cuestionada por la gran mayoría y sin embargo el Gobierno hace oídos sordos y continúa su marcha.

Uno podría pensar que la carencia de un mínimo equivale a cero y que el régimen actual es una dictadura. Pero está limitado en el tiempo, porque inevitablemente habrá elecciones, así sea en 2026, y ese día la ciudadanía podrá elegir. Por ello, el mínimo se mantiene, aunque en el borde y en peligro de perderse.

Para Touraine, dos son los grandes desafíos. Para comenzar, la vía revolucionaria, útil para derribar poderes tradicionales, pero que no siembra democracia. Las revoluciones han acabado produciendo una élite que habla en nombre del pueblo y acapara el poder. Los fines sociales
son usados para justificar la autoridad de una nueva minoría.

El segundo peligro proviene del neoliberalismo. En este régimen solo hay una forma de libertad: la que permite la realización de intereses individuales. Es el reino de los empresarios que conduce al elitismo de los modernos. La sociedad neoliberal se polariza entre quienes participan del sector moderno de la economía y los sobrantes, que tratan de sobrevivir, pero que realmente están de más.

Así, en la sociedad neoliberal, de manera casi natural, unos están destinados a mandar y otros son ciudadanos de papel, sin derecho a gobernar. Por ello, las élites modernas no aceptaron el triunfo de Castillo y alegaron fraude, porque a su juicio los pobladores rurales no podían colocar a uno de los suyos en la presidencia. De ahí en adelante, todo fue acosarlo hasta que se suicidó políticamente. Su Gobierno fue un desastre y estuvo plagado de vicios, pero no quita que la élite incumplió una de las reglas básicas de la democracia: conceder al vencedor el derecho de gobernar y no sabotear su triunfo.

El problema principal de nuestros días es la falta de opciones. La vía revolucionaria ha desaparecido por sí misma y el neoliberalismo es resistido por
muchos. Qué falta. Una nueva ilusión en la democracia. A partir de esta constatación, Touraine reflexiona sobre sus fundamentos, cuál es la respuesta positiva a la pregunta qué es democracia.

Además del derecho a participar, según Touraine la democracia moderna es arbitral. En nuestra época, el conflicto es regular y permanente, las fuerzas sociales son disímiles y los intereses individuales están exacerbados. La única forma de conducir la sociedad es a través del entendimiento que surge de arbitrar intereses.

Pero quién es el árbitro. Acaso un tercero que luego se alce con todo. No. El arbitraje reside en las partes que alcanzan un acuerdo. El Estado canaliza y generaliza las experiencias positivas, pero no sustituye a las fuerzas sociales. Por ello, la clave es reconocer al otro y con este simple hecho comienza una democracia social que marca la diferencia.

En el Perú de hoy, un ejemplo positivo es el largo entendimiento entre los trabajadores de Construcción Civil y Capeco que han construido una relación basada en el respeto y el interés mutuo. Los ejemplos negativos abundan, vienen de la política y no tienen cuando acabar. Por ello, Touraine sostenía que era indispensable construir democracia en la sociedad civil, solo así adquiría cierta solidez en la esfera política.