¿Qué tienen en común el Fondo Monetario Internacional y los presidentes de Estados Unidos, Brasil, Colombia y Chile? Exacto: todos han propuesto reformas tributarias para que las empresas más rentables y los individuos más ricos paguen más impuestos. Pero en el Perú, el ministro de Economía ha dicho que no es buen momento para hablar del tema.
Hasta Joe Biden, presidente de Estados Unidos, la meca del capitalismo, ha propuesto al Congreso un impuesto a los multimillonarios. El FMI, conocido por sus políticas pro libre mercado, ha pedido “implementar políticas fiscales que obliguen a los ricos a pagar su parte proporcional”. Y el G20, que reúne a las 20 economías más importantes del mundo, ha aprobado un impuesto mínimo a las corporaciones transnacionales.
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Boric en Chile busca la aprobación de una reforma tributaria que incluye un impuesto a los ricos y modificar los royalties de la minería. Petro en Colombia ha logrado que se apruebe una reforma que incluye un impuesto al patrimonio de la población más privilegiada. Lula en Brasil está planteando una reforma similar.
En Perú, el MEF dice que no es el momento y que hay que esperar que la economía esté mejor. Pero es justamente por la crisis económica que, en todo el mundo, los Estados buscan ajustar sus sistemas tributarios.
Como explica el economista jefe del Banco Central Europeo, Philip Lane, “los Gobiernos deberían apoyar los ingresos y el consumo de los hogares y las empresas que más sufren (…) a través de subidas fiscales a los más favorecidos”.
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Los impuestos son una herramienta para emparejar la cancha: si los más privilegiados pueden pagar más, los Estados pueden usar esos recursos para que las familias más vulnerables puedan soportar la crisis y, de esa manera, fomentar la igualdad de oportunidades. Decir “hay crisis económica” no es excusa para patear la reforma tributaria, y así lo están entendiendo cada vez más países del mundo.