El debate sobre la erradicación de los limpiaparabrisas ambulantes es interesante, pero las soluciones propuestas por los alcaldes son populistas y desencaminadas al no enfrentar el problema de fondo: la inseguridad ciudadana creciente que amenaza a la población.
La discusión se desató por el asesinato terrible del conductor que iba por la av. Abancay y se negó a pagarle la lavada a un venezolano, quien lo liquidó clavándole una tijera en el pecho.
Fue una situación extrema. Hasta donde se sabe, es el primer asesinato en esta circunstancia, pero eso no debe obviar el inconveniente que ocurre en cada esquina: el semáforo en rojo le permite a alguien acercarse, cuando la circulación es imposible, para echar agua al limpiaparabrisas y forzar la entrega de unas monedas. Más o menos, la sensación que uno tiene cuando te ofrecen cuidar el auto y se siente una extorsión para evitar que te lo dañen.
A mí me molesta mucho estas situaciones pues pienso que, si no doy la propina al limpiaparabrisas, este me puede atacar, pero que si bajo el vidrio para darle la moneda, genero la ‘ventana de oportunidad’ para el asalto.
Lo cual lleva al fondo: el delincuente que cometerá un asalto en la vía pública lo hará con impedimento municipal de limpiar el parabrisas o sin este. Lo cual, a su vez, debe invitar a vencer el prejuicio absurdo de creer que todo limpiaparabrisas es un asesino en potencia.
Una bajísima proporción de quienes se ganan la vida limpiando autos en la calle son delincuentes. La mayoría, incluidos venezolanos y peruanos, son personas sacrificadas que se ganan la vida y llevan un pan a sus familias de esta manera. Así conocí yo a mi amigo José Yépez, quien desde hace mucho tiempo lava mi auto y a quien le entrego las llaves de este con toda la confianza.
El problema de fondo es la inseguridad creciente, la cual tiene múltiples factores que la potencian, un fenómeno latinoamericano que amenaza desde México hasta Argentina y Chile, pasando por Ecuador y Perú, alimentado por el crimen organizado, el narcotráfico y los flujos migratorios.
Eso es lo que se debe encarar, sin populismos para tranquilizar a la tribuna ni reclamando Bukeles antidemocráticos que son expresiones de autoritarismos igualmente perniciosos.