
Dos tanques, con sus amenazantes cañones, aparcados en el frontis del Palacio de Justicia. Es la foto más famosa del golpe propiciado por Alberto Fujimori, el 5 de abril de 1992, hace 31 años. Esa imagen y la palabra “disolver” perduran en la memoria colectiva.
En ese día fatal ocurrieron otros daños a la democracia que se pretenden olvidar, y en esta reescritura de la historia están empeñados los promotores de Alberto Fujimori. Se cerró el Congreso en el que no tenía mayoría, se disolvieron los Gobiernos regionales, se eliminó el Tribunal de Garantías Constitucionales y se intervinieron el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Contraloría e instituciones de control político y jurídico. De algunas entidades se extrajeron documentos y legajos que comprometían al mandatario en diversas acusaciones.
La prensa se mantuvo parametrada y sometida a la supervisión de contenidos por parte de agentes de las Fuerzas Armadas. Símbolo de esa intervención es la portada de La República de la mañana siguiente, con espacios en blanco como muestra de la dignidad, el respeto al lector y la rebeldía periodística ante la ofensiva de la dictadura.
Se detuvo a políticos opositores. Entre ellos: el presidente de la Cámara de Diputados y el del Senado. A 21 hombres de prensa les incautaron documentos, computadoras, investigaciones en marcha, y además perdieron la libertad.
La dictadura se consolidó y obtuvo su legitimidad con la convocatoria a una asamblea constituyente para dictar una nueva Constitución en 1993.
Luego de más de 30 años y tras pretender en ese largo periodo ensayar interpretaciones forzadas, desde la otra orilla ideológica y en un episodio casi tragicómico, Pedro Castillo intentó otro golpe de Estado, esta vez sin éxito.
Él, en un tembloroso mensaje, el 7 de diciembre pasado, anunció el cierre del Congreso y las intervenciones del Poder Judicial y el Ministerio Público para eliminar los controles políticos de un Gobierno signado por la corrupción y completamente a la deriva. Ahora, como antes, se ensayan excusas e interpretaciones para justificar lo injustificable.
Los golpes de Estado no son la alternativa política bajo ningún punto de vista. Se deben rechazar de plano. Por eso, este 5 de abril, como en 1992 y en el 2022, decimos: ¡Nunca más!

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