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Opinión

IA, política y lobbies

“Estos hallazgos despiertan nuevas inquietudes sobre el uso de la inteligencia artificial como una herramienta para hacer lobby en la creación de leyes”.

larepublica.pe
“Estos hallazgos despiertan nuevas inquietudes sobre el uso de la inteligencia artificial como una herramienta para hacer lobby en la creación de leyes”.

Los modelos generativos de inteligencia artificial creados por compañías como Google, Microsoft, Nvidia y Baidu no dejan de generar revuelo. Si bien las ventajas comerciales de estas tecnologías han recibido bastante atención, los potenciales usos malintencionados de estos modelos se han discutido mucho menos. La desinformación, incitación al odio a través de discursos automatizados, deepfakes y las estafas han motivado que los expertos en este tema se pregunten ¿cómo pueden regularse estos sistemas generativos de IA?

Gracias a un estudio del Instituto para la Inteligencia Artificial Centrada en Humanos y el Laboratorio de Polarización y Cambio Social de la Universidad de Stanford sabemos que la inteligencia artificial es capaz de persuadir a individuos para que cambien de opinión en temas tan serios como la prohibición de armas y la aceptación de permisos parentales remunerados. Investigadores de ambos centros compararon las opiniones en temas políticos de las personas que se sometieron a este estudio antes y después de leer un argumento producido por GPT-3 (el mismo modelo de lenguaje que usa ChatGPT).

No solo estos argumentos pueden ser tan buenos como los producidos por humanos, sino que además son más lógicos, apoyados en evidencia, menos cargados emocionalmente y, por lo tanto, más persuasivos. Estos hallazgos despiertan nuevas inquietudes sobre el uso de la inteligencia artificial como una herramienta para hacer lobby en la creación de leyes, construir discursos políticos o ganar aliados en dentro de poderes legislativos, ejecutivos o judiciales en todo el mundo.

En contextos en los que la precariedad institucional es la regla y no la excepción, su posible uso en el tráfico de influencias y otras formas ilícitas de ejercer presión en procesos políticos debería gatillar la creación de sistemas de gobernanza de estas tecnologías y mecanismos de control. Dada la evidencia, no está demás preguntar ¿cómo se está preparando el Estado peruano?