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Opinión

Elefante magistral

"El mejor jefe que tuve en el periodismo se llamó Guillermo Thorndike. Polémico hasta sus cachas, y descomunal. Él fue quien me hizo entender que la escritura se hizo crónica con el virus de la noticia".

larepublica.pe
Eloy Jáuregui

Ya no los hacen así. El mejor jefe que tuve en el periodismo se llamó Guillermo Thorndike. Polémico hasta sus cachas, y descomunal. Él fue quien me hizo entender que la escritura se hizo crónica con el virus de la noticia. Esa “nueva”, la new, como le decían los anglos, era historia una vez leída y repetida como dolencia, incluso antes del retuiteo, como le dicen ahora. Infección de y por la novedad que devino en pandemia por el contagio de la información novelera que se hizo morbo, a su vez, por no incentivar el realismo imaginativo.

Pero la escritura hoy, sin embargo, está castigada por la plaga de la medianía contemporánea. No obstante, la crónica, más que antídoto, es su antípoda y antítesis. Una bella infección creativa. Lo repito, inmune. Hasta de muerto viviré con esta afección que es mi afición.

Guillermo Thorndike Losada, limeño (25 de abril de 1940-9 de marzo de 2009) fue un periodista y escritor peruano único. Protagonista más importante de una época significativa del periodismo peruano y que él plasmó centelleante en los diferentes diarios que dirigió y en una serie de libros que han dejado huella. Por su trayectoria y amplia labor se le puso dos sobrenombres dentro de los hombres de prensa: el Rey Midas del periodismo y el Elefante Magistral del periodismo. Cronista incansable, hoy es un ejemplo de periodista genial e incansable.

Hoy lo recuerdo de cada vez que llegaba a su casa y me quedaba un par de días. Él era el amigo a quien uno admiraba. Y siempre estaba contando una historia. Casi siempre venía la carcajada. Y luego la reflexión. Y siempre el Perú. Y siempre sus gentes, sus políticos, sus artistas, sus deportistas.

Entonces se metía a la cocina y preparaba uno y otro plato. Y vamos con un whisky o con un pisco. Y luego la música. Y después su esposa Charo que apuntalaba las anécdotas y sus hijos. Entonces, visitar al “Gringo” era una fiesta donde uno salía agotado, y ya de retorno solo me quedaba sonreír y celebrar al maestro, al hermano grande.

Existe una foto. Almuerzo en su casa con Mario Benedetti, Hugo Neira, Mirko Lauer, Jesús Ruiz Durand, Raúl Vargas y otros ilustres colegas. Sin ellos, el Perú sería ilegible. Y con Thorndike uno siempre estaba seguro de estar frente al maestro periodista. Su técnica era anglosajona. Incansable, manejaba el reportaje investigativo y el periodismo literario. Era un tipo genial para ese “olfato” de ubicar la noticia ahí donde los otros no la veían. Gracias, Gringo.