Por: Ramiro Escobar, profesor UARM
Se sabía pero quizás no se asumía: el Mundial de Qatar iba a ser extraño, controvertido, poblado de gestos y ausencias, marcado por las imposiciones y silencios de la FIFA, cruzado por la impronta musulmana más conservadora. Digitado y proclamado básicamente por hombres, como ignorando que la espuma futbolística femenina global está en alza.
Parece el certamen que junta todos los males que el ‘deporte rey’ ha acumulado en los últimos años. Desde la corrupción sin penal hasta la devoción de no pocos hinchas por la discriminación diversa, pasando por la incertidumbre del VAR. Sintetiza este momento tan fuera del fair play en varios sentidos. Pero aun así apasiona y dopa momentáneamente.
¿Cuál será la gran sorpresa de este Mundial? Habitualmente, se llama así al golpe en las apuestas que propina un equipo ‘chico’ a uno ‘grande’, como acaba de hacer Arabia Saudí con Argentina. Sin embargo, las mayores sorpresas se están presentando fuera de las canchas, como aquella del equipo iraní que se negó a cantar su propio himno nacional.
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Fue en apoyo a las mujeres que protestan en su país, donde tienen tan pocos derechos como en Qatar. Por su parte, el capitán inglés Harry Kane usó un brazalete que decía No discrimination, una manera de driblear la amenaza de la FIFA de sancionar a quienes usen el brazalete One Love, que alude a defender los derechos de la comunidad LGTBIQ.
Una reportera de un canal de Inglaterra sí la usó, en plena cancha, por lo que se puede decir que, en el terreno, las prohibiciones están siendo rebasadas por algunos jugadores, hinchas o periodistas. Por la propia historia. Si el emir de Qatar, Hamim bin Hamad Al Thani, celebraba la ‘diversidad’ en su discurso inaugural, ahí la tiene escapándose por las puntas.
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La discusión sobre si es lícito respetar las costumbres del país anfitrión tiene que matizarse o quedarse en la banca. No es cierto que todas las mujeres estén tranquilas o habituadas a que se les ningunee en los países de mayoría musulmana. Ejemplo a la vista en Afganistán: pasando enormes riesgos, varias de ellas han salido a protestar contra los crueles talibanes.
Existe también el feminismo musulmán, uno de cuyos íconos fue la escritora marroquí Fátima Mernissi, fallecida en el 2015 y dueña de una obra notable. También hay pequeños grupos de activistas LGTBIQ en el mundo musulmán, como ha recordado Daniel Ahmed, un activista queer dentro del Islam. Son pocos, pero son, y van creciendo.
Tal vez al emir, y a otros miembros de la comunidad musulmana mundial (lo que se suele llamar la Umma), se les están pasando los goles de la historia. Los organizadores de este mundial, impuesto con la fuerza aplastante del dinero, quizás no calcularon bien el partido: lo que ocurra fuera de las canchas se puede convertir en una goleada cultural memorable.