Un evento organizado por el Centro de investigaciones de la ciudad-PUCP ha permitido una reflexión colectiva del libro de Matos Mar sobre el desborde popular y el tránsito a la situación actual, marcada por la fragmentación y la anomia. Según Matos, las migraciones internas y la explosión demográfica habían planteado grandes desafíos, pero la respuesta del Estado y las elites había sido insuficiente. No había empleo y las mayorías urbanas sobrevivían atrapadas por la informalidad.
Esa apreciación era compartida por otro libro que apareció dos años después, “El otro sendero de Hernando de Soto”. Su conocimiento de la historia nacional y de los sectores populares era inferior, pero poseía un diagnóstico similar. De acuerdo a su argumento, el Estado imponía reglas para favorecer a sus allegados e impedir la libre competencia de los pequeños productores informales.
Ahí terminaban sus acuerdos, porque sus propuestas diferían. Para Matos, el desborde hallaría un nuevo cauce, que sería forjado por la tradición rural trasladada a la ciudad. Los comuneros eran solidarios y sabían cooperar entre sí. Ese espíritu se hallaba en las organizaciones sociales urbano populares y lograría darle un nuevo orden al país.
Mientras que De Soto sostenía que el informal era el agente de una revolución capitalista desde abajo. Su propuesta se vio reforzada por la realidad política. En efecto, Fujimori trajo el neoliberalismo con crecimiento económico sin ampliación de empleo en el sector moderno. Además, no comenzó ninguna revolución capitalista. Se repitió una receta conocida: exportar materias primas y privatizar al máximo la economía para favorecer a la ganancia. Mientras tanto, las mayorías informales sometidas a la precariedad. Lo suyo es sobrevivir al borde de la navaja.
De pronto se acabó el largo ciclo de crecimiento, había llegado el fin del ciclo de las commodities. En ese momento saltaron los males que habían sido escondidos bajo la alfombra del crecimiento ilusorio. La productividad es baja, no hay diversificación, la oferta exportadora posee escaso valor agregado y la gente es muy pobre. Además, aumentó la competencia en el mercado informal por la gran migración venezolana y, por último, la pandemia. El record mundial de muertos por habitante que evidencia la magnitud de la crisis nacional. El neoliberalismo ha desmantelado todo lo público y por consiguiente tanto salud como educación se hallan por los suelos. Y como el empleo es informal, la gente ha perdido lazos sociales. Cada familia es un átomo.
Por su lado, la política se ha degradado en forma notable. Antes había cierta capacidad de representación. Pero después de Fernando Belaunde, todos los presidentes, salvo los breves gobiernos de transición, han acabado envueltos en juicios de corrupción. Ellos han arrastrado al resto: gobernadores, alcaldes, regidores y multitud de funcionarios públicos. Como resultado, nadie cree en nadie e incluso una mejoría se considera utópica. Se piensa que todo está podrido y que así seguirá.
La suma es nuestra realidad: atomización de la sociedad y colapso de la política. Como la economía no da signos de mejorar, tampoco cabe esperar que acuda para remediar la situación. Pero la nación peruana se ha recuperado de situaciones peores. Hay experiencia histórica en cómo sortear la dificultad sin perder la serenidad ni la cabeza en ello.
Una respuesta es la utopía, estos tiempos de desconcierto se superan volviendo a pensar en lo mejor, en lo deseado, y entre el universo de nuevos sueños aparecen algunos que vuelven a inflamar los espíritus. Lo segundo es aprovechar los espacios micro para nuevos activismos. Las ciudades de hoy están fragmentadas y cada pedazo afronta muchos problemas –empezando por inseguridad– que se pueden encarar con acción colectiva. Así, a mediano plazo, la tradicional resiliencia peruana volverá a salir adelante.
Antonio Zapata: "La suma es nuestra realidad: atomización de la sociedad y colapso de la política". Foto: difusión