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Opinión

Mismocracia, por Antonio Zapata

“Es una sociedad atomizada por la economía informal y desengañada por interminables decepciones. Como resultado, la ciudadanía se ha retirado a la vida privada”.

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“Es una sociedad atomizada por la economía informal y desengañada por interminables decepciones. Como resultado, la ciudadanía se ha retirado a la vida privada”.

La última quincena ha sido pródiga en desatinos que profundizan el desorden político. Para empezar, el presidente ha apelado a la Carta Democrática de la OEA. Es una medida astuta que le permitirá ganar tiempo y algo de oxígeno, pero es un contrasentido. Un gobierno supuestamente de izquierda que pretende salvarse rogando un salvavidas a quien era descrito en el plan de gobierno como la agencia del imperialismo para mantener control de su patio trasero. Esa iniciativa es parte de una política exterior que incluye abrazos con Bolsonaro y frases inverosímiles del presidente repitiendo el lema de Monroe: “América para los americanos”.

Por su parte, la acusación fiscal contra Castillo contiene otro contrasentido, porque coloca un tratado internacional por encima de la Constitución. Un malabar mental para quienes eran defensores a ultranza de la soberanía nacional y rechazaban de plano la institucionalidad internacional. Ni en el gobierno ni en la oposición impera la coherencia, sino el interés de grupo.

Ese ciego egoísmo es lo que lastra la política. Por ejemplo, el partido de Urresti, que estuvo a punto de ganar en Lima, tiene al hijo de su fundador y regidor electo detenido por serias acusaciones de corrupción. No es el único, López Aliaga tiene un razonamiento extraordinario; sostiene que no tiene deudas con SUNAT porque según él no existen, a pesar de los cobros de la autoridad tributaria. Según su parecer, las deudas no valen hasta confirmación del Poder Judicial, donde sus abogados entrampan todos los juicios. Si todos procediéramos como él, quebraría el Estado que dice querer gobernar. Toda argucia legal es legítima si es en provecho propio.

Por cierto, los políticos de todos los colores hacen del erario público caja chica para negocios particulares. Cerrón vive de fondos asignados a su partido y, con los suyos, López Aliaga paga “servicios” a estudios vinculados a miembros del TC. Asimismo, el Estado en su conjunto contribuye a la desazón ciudadana, robando sin hacer obra. Se decía que el soborno permitía acelerar la maquinaria del Estado, atracada en la vía legal por las formalidades burocráticas. Pero en el Perú se roba y mucho, mientras las obras públicas están paralizadas y las formalidades burocráticas continúan como si nada.

Difícil encontrar una salida apelando a la sociedad civil. Acabamos de verlo, la ciudadanía está agotada. El ausentismo ha sido superior a cualquier otra elección; además, los votos en blanco y nulos han sido numerosos, y el resto ha votado por candidatos tipo “males conocidos”, porque piensa que todos son iguales, la mismocracia de siempre. La gente piensa que no hay bueno por conocer.

Es una sociedad atomizada por la economía informal y desengañada por interminables decepciones. Como resultado, la ciudadanía se ha retirado a la vida privada. Por cierto, la economía familiar atraviesa un momento difícil después de la pandemia. No cabe esperar que la sociedad rescate a la política, la respuesta tiene que venir de ella misma.

Pareciera que no hay alternativas políticas, pero existen, solo que son desagradables para los medios. Para empezar, hay dos precandidatos presidenciales recorriendo el país con bastante éxito. Tanto Vizcarra como Antauro están en campaña: hacen giras, inauguran locales y van afirmando sus redes. No son nuevos sino reiteran males conocidos.

Pero faltan voces sensatas, que defiendan la democracia desde el bien común. Necesitamos desterrar el interés personal como motivación de la política y proponer, en cambio, colocar al interés general al mando de la nación. Es posible, basta invertir la manera de pensar del político tradicional. Falta fe, pero se podría terciar entre Castillo y el Congreso. Tomemos en cuenta que parte de la desazón ciudadana se basa en la ausencia de opciones honestas y realistas. Caso contrario, tendremos autoritarismo para largo.