En tiempos de Fujimori, inaugurar una universidad era más sencillo que poner un chifa o un hostal. Era tal la informalidad y la estafa que el Tribunal Constitucional declara la crisis del sistema universitario peruano en octubre del 2014 y se crea la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria, Sunedu, que inicia la reforma universitaria, para acabar con la mediocridad y recuperar la calidad educativa superior.
Pero bien sabemos que en el Perú la educación es la quinta rueda del coche. Cierto que hay excepciones. Cierto que en San Marcos tuve a los mejores profesores. ¿Y el resto? Unas fábricas de títulos. Detrás, el producto más visible de esta tragedia: los congresistas. Hijos de la tinieblas y el atraso. Sabido es que al menos 25 de los congresistas actuales (tengo que mencionar a José Luna y su Telesup o acaso a la Garcilaso o Alas Peruanas) tienen vínculos directos con universidades cuyo licenciamiento fue denegado por Sunedu. Y los lobbies a vista y paciencia: hasta octubre, 15 legisladores habían recibido en sus despachos a rectores y representantes de seis de estas casas de estudios sin licenciamiento.
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Pero explicarnos cómo es que opera una universidad en el Perú es también describir el nivel de sus profesores. Los conozco de la universidad pública y de las privadas. Ya lo decía Einstein: “El arte supremo del maestro es despertar el placer de la expresión creativa y el conocimiento”. Sí, digo yo, pero del profesor que sabe. No cuando descubrimos que el titular de la Comisión de Educación, el ilustre Esdras Medina, de Renovación Popular, realizó una maestría en la Universidad Cáceres Velásquez, centro de estudios que no cuenta con el licenciamiento de la Sunedu.
Una universidad solo se justifica, se innova e investiga. Si cuenta con bibliotecas y laboratorios bien implementados. Si las tesis que produce a raudales se insertan en el vida social. Y la Sunedu, que es un organismo del Ministerio de Educación que protege el derecho de los jóvenes a recibir educación superior y de calidad, cumplía con otorgar el licenciamiento a las universidades todas, y fiscalizar el servicio.
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Hoy los congresistas –todos- con una visión mercantilista e inculta pretenden regresar a la nefasta ANR y vivir sinuosos en universidades mediocres y anodinas. La estafa y el negocio es redondo y obedece al precepto de la corrupción contra estudiantes, padres de familia y el país.