El presidente Pedro Castillo parece empecinado en la destrucción de su mandato. Ante la ofensiva para vacarlo, que ha ganado velocidad gracias a sus monumentales torpezas e inconsistencias, ha lanzado una estrategia de defensa que parece destinada a empeorar las cosas, es decir, a llevarlo irreversiblemente a perder el cargo.
Parte de esta estrategia fue presentada por el propio Castillo en un encuentro con las rondas campesinas en Ate y es, para decirlo con franqueza, una concurrencia de disparates y contradicciones que confirman los profundos problemas de improvisación, incompetencia, liderazgo y falta de comprensión mínima del funcionamiento del Estado (específicamente, de la propia institución presidencial). Castillo no quiere o no puede entender y, más bien, en momentos especialmente delicados, viene profundizando la espiral autodestructiva de su gobierno.
De otra manera, no se entiende la falta de coherencia mínima del discurso que incluyó ideas ya no solo populistas, sino francamente exóticas e impracticables, como la apertura de una oficina desde donde las rondas campesinas se encarguen de fiscalizar y sancionar a la presidencia. ¿Bajo qué sustento legal? ¿Pasando por encima de la Contraloría y la Fiscalía? ¿Aplicando qué mecanismos de sanción?
PUEDES VER: Hartazgo
Castillo está habituado a hacer gestos como este para contentar a sus diferentes auditorios, sin importarle que resulten atentatorios contra nuestro ordenamiento jurídico, la lógica más elemental o lo lleven a contradecirse permanentemente. Se trata de un problema que se agrava cuando, como ocurrió en Ate, el presidente intenta tenderle la mano a la inversión privada y la anima a invertir en el Perú para, acto seguido, alborotar a su público con anuncios unilaterales de revisión de contratos. No es solo porque revela a un presidente imprevisible y sin una línea de pensamiento coherente sino porque, como indica la experiencia, este es el camino más directo para defraudar a todo el mundo.
Pedro Castillo ha anunciado una ronda de conversaciones con líderes de los partidos políticos hasta este lunes 6 de diciembre. Una medida que busca abrir el espacio para un diálogo que parecía cantado cuando inauguró su gobierno. Entonces, Castillo apostó más bien por enrocarse en sus posiciones más radicales de campaña, con Guido Bellido de premier y Vladimir Cerrón de mentor. La ronda de conversaciones podría no solo ser una decisión tardía, sino que, ante su ostensible vulnerabilidad y aislamiento, enfrentado a una vacancia que contradice a nuestra Constitución pero gana fuerza con revelaciones como las reuniones en Breña o los manejos de Bruno Pacheco, puede resultar totalmente inútil.