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Opinión

En el umbral climático

“Pero si en Glasgow no se produce un giro sustancial, hasta las pandemias podrían agravarse. Porque ya hemos llegado al Antropoceno, ese período en el cual el hombre está cambiando los procesos naturales de forma irreversible”.

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"La salud ya está siendo dañada por los aumentos en la temperatura global y la destrucción del mundo natural" señaló la editorial que congrega a prestigiosas revistas científicas. Foto: EFE

Digámoslo con cruda claridad: el cambio climático no es un asunto únicamente de científicos, de políticos dubitativos, de activistas afanosos, de alcaldes oportunistas. No. Es un problema de toda la especie humana. Del empresario, del sindicalista, del ciclista, del estudiante, del ambulante, de los jóvenes, de los adultos menores y mayores, de los lúcidos, de los tontos.

De todos los géneros, de los presidentes, de los campesinos, de los indígenas, de los enfermos, de los sanos. De los izquierdistas, los centristas, los derechistas y otras especies. De los negacionistas del fenómeno y hasta de nuestras mascotas. Por eso, lo que ocurrirá en Glasgow, Escocia, a partir de este domingo 31 de octubre, es crucial, fundamental, literalmente vital.

Allí, hasta el viernes 12 de noviembre, se reunirán los representantes de más de 190 países adscritos a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en el evento llamado COP 26 (26 Conferencia de las Partes de esa convención). Para ver si acuerdan algo urgente: evitar que el planeta se incinere casi como un fósforo.

Por años hemos cometido, digamos, un error ecológico. Consiste en vender este problema (o la crisis ambiental en general) como un tema ‘alternativo’, casi light, propio de hipsters o comandos antisistema. O de exquisitos y rebuscados científicos. Por eso es que todavía circulan, en el ecosistema político y en el mediático, humanos que hablan de “extremismo ambiental”.

O hasta gentes que creen que es una farsa o una exageración, como el presidente brasileño Jair Bolsonaro o el expresidente Donald Trump (también algunos despistados dirigentes locales). Pero la realidad cruje, debajo de nuestros pies, en la atmósfera, en los mares y en los trópicos. Olas de calor monstruosas, huracanes más furiosos, glaciares que se funden sin remedio.

Los efectos del cambio climático nos alcanzarán a todos, incluso a quienes creen que es un “cuento chino” (Trump dixit) o de otra procedencia. No es ni siquiera un ‘tema’, es una sensación que nos está llegando vía esos eventos climáticos desatados, y también por lo que tales alteraciones ocasionan y ocasionarán en la salud humana, como la expansión de la malaria.

Entonces, eso que va a comenzar en Glasgow no es –o no debería ser– un happening, una cumbre más que se hunde en el abismo. El adelanto del VI Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es dramático: dice que estamos ya contra el tiempo, que como vamos no será posible neutralizar el calentamiento anormal de la Tierra.

Se esperaba que la temperatura global no aumente más de 2 grados centígrados, o al menos 1.5 grados hacia fines de este siglo. Según el IPCC, ese aumento podría venir apenas en unos cuantos años, cuando el CO2 nos alcance. Nuestros esfuerzos han sido vanos, insuficientes y de allí que Greta Thunberg ande furiosa diciéndonos que han sido “30 años de bla, bla, bla”.

Luchar, en serio, contra el cambio climático es cambiar la política, la economía, la sociedad, la cultura. Cambiar TU vida, finalmente. Los dirigentes mundiales tienen enormes dificultades para ponerse más audaces en la ruta de mitigar los Gases de Efecto Invernadero (GEI), o de adaptarse al fenómeno, porque eso cansa, cuesta, remueve, asusta. Porque puede volverlos impopulares.

Pero si en Glasgow no se produce un giro sustancial, hasta las pandemias podrían agravarse. Porque ya hemos llegado al Antropoceno, ese período en el cual el hombre está cambiando los procesos naturales de forma irreversible. Y eso afectará hasta al más perverso o el más noble de los Homo sapiens. Estamos ad portas de la auténtica ‘nueva normalidad’ y no nos damos cuenta.

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