Por Sandro Mairata
Basada remotamente en la historia real de Amanda Knox, una estudiante estadounidense implicada en un homicidio durante sus vacaciones en Italia, Cuestión de sangre (conocida como Stillwater en inglés) generó críticas positivas en su estreno en el Festival de Cannes de este año.
Nada mal para este retorno de Tom McCarthy, un actor, guionista y director de bajo perfil, pero que tiene varios créditos importantes, como haber coescrito y dirigido la premiada Spotlight (2015), coescrito el éxito Up (2009) para Pixar y haber orquestado el hit 13 Reasons Why para Netflix.
En Cuestión de sangre tenemos a Matt Damon al frente como un obrero de la industria petrolera actualmente desempleado llamado Bill. Con su esfuerzo ha logrado pagar los estudios de su hija Allison (gran Abigail Breslin), pero esta se encuentra en Europa hace cuatro años bajo la peor de las condiciones. En un viaje por Francia, Allison fue acusada de haber matado a su amante y compañera de cuarto, Lina –quizá porque esta le era infiel.
Bill no es un tipo culto; Allison lo sabe y duda de las capacidades de su padre para ayudarla a salir del embrollo. Él no habla francés, se le acaban los ahorros y tiene una perspectiva simple de la vida, sin mayores sofisticaciones. El director McCarthy hila fino para bosquejar que existe paz en la simpleza de la vida interior de Bill en contra de los supuestos goces de la vida despreocupada cuando se tiene dinero para turistear en Europa.
Ante la aparición de nueva evidencia que pudiera ayudar al caso de su hija, Bill enlista la ayuda de una huésped del hotel donde se hospeda en Marsella –ciudad donde Allison está retenida– llamada Virginie (Camille Cottin). El sospechoso de haber matado a Lina se llama Akim (Idir Azougli) y Bill hará lo posible por sacar a su hija de prisión.
Quizá un director promedio de Hollywood hubiera querido hacer de Cuestión de sangre una nueva versión de Búsqueda implacable (Taken), pero Bill no tiene el porte ni las habilidades de pelea de un Liam Neeson ni un arma para ir matando tipos malos. McCarthy ensombrece las atmósferas y ralentiza los ritmos, liberando tensiones aquí y creándolas más allá, para hacer de Cuestión de sangre una reflexión consciente de las lealtades en la familia, los vacíos de la legalidad y el dolor de aferrarse a débiles verdades.
Matt Damon emprende un tipo cacería con aires de un Jason Bourne en el retiro, sin saltos de piso a piso ni agencias secretas que lo persigan. Es un rol que Damon dignifica, y que no podría ser posible sin la presencia de Breslin como Allison, una hija con demasiados secretos propios. Atentos a las conclusiones de la historia, que, como otrora en Spotlight, las ideas sembradas por Cuestión de sangre seguirán resonando.
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