Votar y respaldar a Keiko Fujimori era una opción válida especialmente de quienes advertían el peligro de una presidencia de Pedro Castillo por su adhesión en la campaña a ideas estatistas y autoritarias, pero quienes tienen sólidas convicciones republicanas debieran reconocer que hasta ese eventual escenario es menos malo que romper el principio fundamental de una democracia de que gana la elección quien más votos obtiene.
Este fundamento democrático no se puede quebrar incluso si quien gana produce preocupación legítima, pero así es la democracia. Lo que vendrá luego es otro capítulo aún por escribirse.
Pues el capítulo actual es la pretensión de Fujimori de quebrar la democracia diciendo que la elección es inválida, con argumentos infundados y acciones subalternas que parecen golpe.
La ‘declinación’ al JNE de Luis Arce –un topo fujimorista en la autoridad electoral– es un manotazo de ahogado del intento golpista, pues busca:
a) Paralizar al JNE para que no proclame al presidente antes del 28 de julio, como pata de cabra para meter a palacio a un marino fascista del congreso.
b) O desprestigiar la elección para mellar la legitimidad del origen del nuevo gobierno, y luego facilitar el golpe.
A lo mismo apunta el planteamiento a modo de ganzúa que ayer hizo un grupo de políticos para que el presidente Francisco Sagasti pida a la OEA una auditoría al JNE y que, si no lo hace, sería cómplice de un fraude.
Sin embargo, los observadores de la OEA –que siguen observando– respondieron ayer que la elección se ha realizado de manera correcta, al igual que el Departamento de Estado y la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de EEUU; o la Unión Europea y todos los estados miembros; o, en el Perú, Transparencia.
Este es el momento de que personas honestas, respetables y democráticas que respaldaron a Keiko Fujimori pese a la clara distancia con su pasado –pienso, por ejemplo, en Mario Vargas Llosa o Pedro Cateriano– tomen distancia inequívoca de quienes sí están en el golpe en marcha, como una irreconocible Lourdes Flores, el perejil de todo caldo Daniel Córdova, o un experto de trayectoria comprobada en chanchullos y anticuchos como Jorge del Castillo.
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