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Opinión

Política exterior para el siglo XXI

“Encaramos ahora una agenda internacional totalmente nueva, que solo puede abordarse mediante acciones colectivas, es decir multilaterales”.

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Con las elecciones del 2021 el Perú inicia su tercer siglo de vida republicana. En los dos primeros siglos la prioridad ha estado puesta, tenía que estarlo, en la definición de las fronteras. Con la sentencia de La Haya sobre el límite marítimo con Chile, esta etapa ha quedado concluida.

Ahora, las relaciones vecinales deben privilegiar la cooperación. No desaparece la necesidad de atender a la Defensa Nacional. Pero, como entre Francia y Alemania desde 1952, la probabilidad de un conflicto bélico vecinal ha disminuido.

Encaramos ahora una agenda internacional totalmente nueva, que solo puede abordarse mediante acciones colectivas, es decir multilaterales:

Ante todo, el cambio climático, que demanda firmar la paz con la naturaleza; y las pandemias, que amenazan con constituir una nueva normalidad. Pese a Yuval Noah Harari, el ser humano no ha vencido a la enfermedad.

Al contrario, ha despertado nuevas enfermedades globales. Y puede producir su autodestrucción colectiva, tanto por una guerra nuclear, como, sobre todo, por el calentamiento terráqueo.

Luego, la desigualdad ostentosa e insoportable, desmenuzada por Piketty, que acarrea la pérdida de legitimidad de las democracias, cada día menos democráticas.

Tercero, el tránsito de la Galaxia de Gutenberg a la “Global Village” audiovisual de McLuhan, primero; y a la era digital de Castells luego, con la emergencia y consolidación de sociedades y redes virtuales, sin fronteras; y, sobre todo, con cambios sustantivos en la producción, circulación y consumo de bienes.

Por último, emerge un nuevo paisaje mundial, ya no de bloques rígidos, sino de tableros múltiples (económico, militar, político, etc.), con partidas simultáneas, jugadores diversos, diversas formas de hegemonía y diversos niveles regionales y globales.

Frente a este nuevo paisaje se requiere un proyecto consensuado, con escenarios y objetivos a largo plazo. Un Acuerdo Nacional de Política Exterior, que puede empezar a discutirse ahora, en estos meses de transición.

Ya no basta con la aspiración a ser “potencia regional media”. El Perú tiene que actuar en el plano mundial. Para ello se requiere producir cuatro giros ambiciosos:

El primero, dar más peso a las relaciones e iniciativas multilaterales, no solo en las declaraciones sino en la adjudicación de energías y recursos.

El segundo, iniciar la muy ardua tarea de generar un bloque sudamericano y latinoamericano, empezando por el comercio, la cooperación y la autonomía. En un mundo de bloques, sin un bloque unido no vamos a ninguna parte. Los países de ASEAN nos dan un ejemplo.

América Latina es, de lejos, la región más desarticulada del mundo. Nuestro comercio intrarregional es pavorosamente bajo (16%). Tenemos una ensalada y una opulencia de siglas que enmascaran la ausencia de genuinos esfuerzos convergentes. Sin duda, habrá que recuperar los trascendentes propósitos de UNASUR y fortalecer el SELA y la CELAC.

Y tenemos que priorizar la cooperación con Chile y Bolivia, para lograr el desarrollo convergente del sur peruano, el norte chileno y el occidente boliviano; y, por supuesto, asegurar la defensa y desarrollo de la Amazonía, por parte de los países que la comparten, en particular Brasil, que será la sexta o séptima economía del mundo, en los próximos años.

El tercer giro consiste es formular una política de no alineamiento activo frente a EE. UU. y China. Los países de la RCEP (Asociación Económica Integral Regional de quince economías del Asia y Oceanía) tienen que protegerse del peso de China, así como nosotros, y Europa misma, del peso de EE. UU. Podemos ayudarnos mutuamente.

Cuarto y último: adecuar nuestra política exterior a esta era digital, que cambiará todo, incluso las formas de ejercer la diplomacia.

Ojalá seamos eficientes en estas cuatro direcciones.