La República ha documentado que uno de los fiscales del caso Lava Jato, Germán Juárez, señaló a los abogados de un empresario investigado en el caso del llamado Club de la Construcción que necesitaba “algo contra el presidente” en alusión al entonces jefe del Estado, Martín Vizcarra.
Toma forma la trama de las acusaciones que llevaron a la segunda moción de vacancia contra Vizcarra como una estrategia donde el supuesto contenido fue sugerido, condicionado y promovido desde una instancia del Ministerio Público, de modo que el golpe de Estado no se explica sin el papel de un grupo de fiscales que participaron en esta operación. Las investigaciones deberían señalar de modo específico cómo se realizó esta infeliz e indigna colaboración.
Adquieren forma otras actividades, y entre ellas la del coordinador del equipo de fiscales del caso Lava Jato, Rafael Vela, quien diseminó en la prensa las acusaciones contra Vizcarra. Una evidencia innegable –ya reconocida– es el audio en que la periodista de un medio radial cuenta las confesiones y convicciones de Vela respecto a la culpabilidad del expresidente.
De hecho, Vela se convirtió en “evaluador”, una suerte de consultor de la información sobre los casos de corrupción de un medio que, por otro lado, investiga el equipo que lidera. Cero escrúpulos.
Era por lo demás cuestionable que los investigados por corrupción declararan que se sentían cómodos con el fiscal Juárez, y que este y Vela se dieran el lujo de informar que los aspirantes a colaboradores eficaces –solo aspirantes– amenazaban con callarse si los fiscales de otro equipo de fiscales insistían en llevar su caso.
Era increíble, pero era: los acusados de corrupción escogían a sus fiscales y estos adquirían la condición de sus voceros. Defensa completa: una colaboración inventada para librarse de la prisión, nuevos abogados y fiscales-voceros a su servicio.
Quienes se preguntaban por las religiosas filtraciones de los fines de semana y la posterior apropiación de los contenidos por parte de los políticos que impulsaban el golpe, y no entendían cómo de pronto los abogados de los casos de corrupción alababan en comunicados a los fiscales que hasta hace poco aborrecían, tienen una respuesta. No hay golpe perfecto.