La definición de espacio público es aquel lugar en el que cualquier persona tiene derecho de circular libremente, exento de cualquier otro criterio o restricción que rija para la propiedad privada. Solo el Estado puede intervenir o decidir por sobre un espacio público, aunque esto normalmente debiese ocurrir en casos excepcionales.
Estamos en una situación excepcional, sin duda, pero no debemos perder de vista la definición o, si se quiere, la naturaleza del espacio público para buscar una solución facilista en medio de la pandemia. Sabemos que una segunda ola es inminente y que ya se vive en otros países. Somos conscientes, también, de que el distanciamiento y el uso de la mascarilla son dos de las recomendaciones más importantes a nivel mundial para frenar el contagio masivo de enfermedades. Pero la comunidad científica coincide en que los espacios abiertos y ventilados son mucho más seguros que los espacios cerrados y confinados, como centros comerciales, restaurantes y otros que, en pro de la reactivación económica, con restricciones, ya vienen funcionando.
¿Por qué, entonces, algunos “representantes” optan por cerrar playas este verano? Porque es la salida más fácil y porque evaden responsabilidades y gastos pensando en la población. Sin embargo, ¿no es justamente esa la tarea de nuestras autoridades? ¿Velar por la población? Muchos políticos aprovechan para compartir discursos bonitos sobre la salud mental pero ¿cuántos apuestan por sacar provecho de los espacios públicos en ese sentido?
Seguro que la solución no es un “todos contra todos” o un “sálvense quien pueda” este verano. Sin embargo, existen formas para regular el ingreso/salida a estos espacios salvaguardando la salud –física y mental– de las personas. Muchas familias irán al centro comercial o mall a comprar. ¿Por qué otras familias no pueden pasar una tarde en la playa cuidándose como el resto? Restringir o diferenciar horarios de acceso a la playa, incentivar el uso de medios de transporte alternativos como la bicicleta (con ciclovías bien hechas, por ejemplo), adaptar los espacios para que las personas o familias puedan guardar su distancia; estas y otras formas deben ser pensadas y discutidas por las autoridades. Es su trabajo.
Hay quienes dirán que aquí las normas no se cumplen y que las restricciones suelen ser en vano. Lo hemos visto, ¿no? Todavía se realizan fiestas covid y se viola el toque de queda, pero la autoridad está ahí para reforzar sus regulaciones, concientizar a las personas e implementar nuevos mecanismos después de varias lecciones aprendidas. No para cruzarse de brazos y claudicar en sus atribuciones.
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