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Opinión

Sentido común

“En estos momentos de gran incertidumbre, nos urge enfrentar la ansiada reactivación económica todos unidos, y no nos consolemos absurdamente como siempre con el qué le vamos a hacer, citando el dicho; si pues, “el sentido común es el menos común de los sentidos”.

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Representantes de la comuna metropolitana presentaron su renuncia ante el presidente Martín Vizcarra. (Foto: Municipalidad de Lima)

En mis artículos anteriores; “El tamaño sí importa” (1), “Vuelta al barrio” (2) y “Coronaliving” (3), donde trato sobre las limitativas normativas municipales de ciertos distritos limeños que impiden el correcto crecimiento de nuestra ciudad para un mejor y cercano servicio vecinal y avanzar con sentido común hacia la nueva realidad, me parece importante destacar que es necesario y urgente que las autoridades municipales deban actuar sobre dichas trabas normativas que menciono a continuación.

La casi ausencia del uso mixto de actividades urbanas en las zonas multifamiliares, el incongruente y anacrónico índice de usos de las actividades urbanas, la poca comprensión del mercado inmobiliario según la ley de la oferta y la demanda, la desatención hacia los jóvenes y adultos mayores, la ausencia de alternativas en transportes ecológicos, la inseguridad ciudadana, la mirada hacia un plan de integración interdistrital, la falta de un entendimiento sincero con el Ministerio de Vivienda y consecuentemente el llano acoplamiento hacia el Reglamento Nacional de Edificaciones.

Toda esta cadena de problemas se debe a varios factores; el primer problema es la absurda Ley Orgánica de Municipalidades (Ley 29972–2005), que le da a los distritos una serie de facultades que los convierten en feudos, desmembrando la interrelación distrital por la diversidad de competencias poco articuladas y particularmente concentradas en sus ámbitos, en desmedro del provincial.

El segundo factor es la ley de la prohibición inmediata en la reelección de alcaldes y gobiernos regionales (Ley 30305-2015), ya que cuatro años son insuficientes para la continuidad de las honestas y proactivas autoridades para que puedan terminar planes y proyectos para el buen desarrollo de nuestras ciudades.

Y el tercer componente no menos importante es el poco interés en la búsqueda de destacados profesionales en planificación y gestión urbana regional para encontrar soluciones ad hoc en nuestras urbes y municipalidades.

De todo este raciocinio se desprende que tanto el Ejecutivo como el Legislativo deberían ponerse de acuerdo en analizar principalmente estas dos absurdas leyes arriba mencionadas y buscar seriamente estudiarlas y modificarlas, ya que en estos momentos de gran incertidumbre nos urge enfrentar la ansiada reactivación económica todos unidos, y no nos consolemos absurdamente como siempre con el qué le vamos a hacer, citando el dicho; si pues, “el sentido común es el menos común de los sentidos”.