En el dormitorio de su casa en Surquillo, hace cinco meses, el ingeniero industrial Manuel García creó el primer cover de un clásico de la salsa hecho con ayuda de la inteligencia artificial (IA). Al menos, el primero hecho en Perú. El cover fue “La cura”, el emblemático tema de Frankie Ruiz. García, salsero apasionado, se preguntó cómo sonaría la canción en la voz de Héctor Lavoe. Gracias a sus conocimientos en programación, se embarcó a la tarea.
Fueron semanas de arduo trabajo. Entre otras cosas, tuvo que pasar unas 200 canciones de Lavoe por un software que usa IA para que este aprendiera a “cantar” como el cantante de los cantantes. García compartió su resultado con otros amantes del ritmo tropical, quienes le dieron algunas sugerencias.
El ingeniero lanzó el cover en su canal de Youtube y causó sensación. No faltaron algunos dogmáticos que gritaron “¡sacrilegio!”, pero a la mayoría de internautas les encantó.
El ingeniero lanzó el cover en su canal de Youtube y causó sensación. No faltaron algunos dogmáticos que gritaron “¡sacrilegio!”, pero a la mayoría de internautas les encantó.
Desde entonces, García no ha parado de lanzar más versiones. Ha puesto a Lavoe a cantar “Periquito pin pin” (de la Orquesta de Tommy Olivencia), “Pa’ bravo yo” (de Justo Betancourt) y “Sigue tu camino” (de Oscar D’León). Y ha juntado a Lavoe y a Ruiz para que entonen juntos “Peruanita bonita”, el vals que hicieron famoso el ‘Zambo’ Cavero y Óscar Avilés.
–Creo que antes nadie había usado la inteligencia artificial para hacer covers de salsa –dice–. Había de Michael Jackson, de Freddy Mercury, pero de salsa no. Yo fui el primero.
Manuel García hace cantar a Héctor Lavoe en temas de otros intérpretes usando software de IA. Foto: Marco Cotrina/La República
En el último año, el acceso a programas de IA ha multiplicado la aparición de versiones de clásicos musicales en los que la voz original es reemplazada por la de otro artista famoso.
Así, hemos podido escuchar a Freddy Mercury cantando temas de Michael Jackson, a Lady Gaga versionando a Abba y a Lua Dipa homenajeando a Rihanna, por ejemplo. Todas, canciones que podrían ser considerados “homenajes” y que, en algunos casos, “resucitan” a artistas ya muertos, para deleite de sus fans.
Pero, en los últimos meses, los creadores de música hecha con IA han entrado a terrenos bastante más pantanosos.
En abril, el usuario llamado Ghostwriter977 lanzó una canción compuesta con ayuda de la IA, que copiaba las voces de Drake y The Weeknd y que se viralizó en todo el mundo, al punto que Universal Music Group, la disquera de ambos artistas, alzó la voz y logró que fuera retirada de las principales plataformas.
Al productor Francisco Murias le preocupan los riesgos que trae esta tecnología. Foto: Difusión
Y hace algunas semanas, un músico chileno, Mauricio Bustos, publicó, bajo el seudónimo Flow GPT, un tema hecho con IA en el que imitaba las voces de Bad Bunny, Daddy Yankee y Justin Bieber. La canción gustó mucho (ya tiene 10 millones de reproducciones en Youtube) y algunos usuarios bromearon con que era mejor que todas las del último álbum del Conejo Malo.
El portorriqueño, en cambio, pegó el grito en el cielo y en un mensaje difundido en su canal de WhatsApp les dijo que se salieran a todos aquellos que les gustaba “esa m... de canción”.
Más allá de asuntos de calidad musical –o de ego–, la creación de canciones con herramientas de IA ha comenzado a plantear una serie de preguntas y desafíos a toda la industria, en particular a los músicos y productores.
¿La voz de un artista puede estar protegida por derechos de autor? ¿Cualquiera que tenga una computadora y conocimientos en programación podría conseguir un hit? ¿Ha comenzado la era de los robots musicales?
–La inteligencia artificial en la producción musical es solo una herramienta –dice Manuel Garrido Lecca, productor con más de 30 años de experiencia, nominado cuatro veces al Grammy y asociado a trabajos de gente como Pedro Suárez Vértiz, Christian Meier y Bareto–. La inteligencia artificial crea lo que tú le digas, puede hacer una línea de bajo, puede emular una voz, puede hacer una composición desde cero, pero tú alimentas de data el algoritmo.
Francisco Murias, productor de Leslie Shaw y Amén, no es tan despreocupado. Al contrario.
–Me preocupa que nos vamos a quedar sin chamba todos –dice, bromeando, aunque no tanto–. Yo hace tiempo decía en mi Instagram que crear una canción con IA no te convierte en productor o compositor, porque para llegar a eso uno tiene que estudiar, tiene que desarrollar una sensibilidad, que no te la podía dar una IA. Pero, al paso que vamos, quizás más temprano que tarde sí la va a poder tener.
Murias dice que, ahora, gracias a las herramientas de IA y a que ha decaído el gusto de los consumidores, cualquier persona con una laptop, una interfase y un micrófono puede crear una canción del género urbano.
–El mercado se ha acostumbrado a eso, el oído de la gente se ha acostumbrado al AutoTune, entonces, cualquiera puede cantar. Creo que hay una decadencia en la producción musical, que ha aumentado con la IA. Si me preguntas, no sé adónde vamos a ir a parar.
Bad Bunny arremetió contra el reguetón que se hizo imitando su voz. Foto: Agencia
El abogado Marlon Castro, vocero de APDAYC, dice que en el mundo ha comenzado a discutirse qué herramientas legales se pueden usar para proteger los derechos de los creadores, por ejemplo en los casos en que se imitan sus voces y su estilo en canciones nuevas.
Aunque reconoce que la inteligencia artificial puede potenciar la creatividad de los compositores, advierte que también podría dar pie a que se multipliquen las producciones musicales que, bajo la excusa de la influencia, copien la obra de otros artistas.
–La Inteligencia Artificial, como se viene presentando, va a permitir que apretando una sola tecla tú puedas componer una canción al cien por ciento como otra persona –dice–. El riesgo es lo fácil que va a ser acceder a ese tipo de detalles. Antes, plagiar una obra era todo un trabajo, ahora ya no lo es. Pero nosotros confiamos en que se van a encontrar los candados tanto legales como procedimentales que sirvan de freno a cualquier actividad ilícita.