En medio de un mar de edificios de ladrillo del distrito 6 de El Alto, Bolivia, se levanta lo que parece la proa de un barco gigante. No es una ilusión óptica, es el Crucero de los Andes, la última obra del arquitecto boliviano Freddy Mamani (52), que está enclavada en el techo de un edificio de 11 pisos, desde donde se tiene una vista panorámica de esta ciudad situada a más de 4.000 metros de altitud. La embarcación de fierro y cemento, que demoró seis años en ser construida, es un monumento al derroche y la extravagancia.
El creador de los cholets —aquellos coloridos edificios que lo volvieron famoso— ha levanta- do esta obra a pedido de un pudiente empresario alteño con el fin de potenciar el turismo de su ciudad natal. En el barco se podrá comer y beber lo mejor del país sureño, y el edificio está bien equipado, cuenta con un banco, un gimnasio, una sala de fiestas y un hotel boutique.
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Y para hacer más atractiva la experiencia, Mamani le ha creado una leyenda a su nueva obra: “Este es un barco que zarpó del Atlántico, cruzó la cordillera y se quedó atrapado en El Alto, con dirección al Pacífico. Lo construimos cuando estábamos pidiendo a Chile la salida marítima”, dice Mamani, que estuvo en Lima invitado por la PUCP en el Encuentro de Investigación, Innovación y Creación.
Vino a predicar sobre lo que denomina la arquitectura neoandina, estilo que expresó tempranamente en sus cholets (neologismo formado por la unión de ‘cholo’ y ‘chalet’), edificios con una estética única, caracterizados por sus colores y formas geométricas, e inspirados en la cultura tiahuanaco y los textiles bolivianos.
“Al comienzo llamaron a mis obras cholets de una forma peyorativa, la prensa pensaba que era una arquitectura fugaz; sin embargo, se ha fortificado con los años y ha trascendido las fronteras”, dice Mamani, quien en la última década construyó cuarenta de estos edificios.
‘Cholets’ de El Alto. El Crucero de los Andes, anclado en un piso 11, es la última creación del arquitecto boliviano Freddy Mamani. Foto: Félix Contreras/La República
En 2019, diseñó un salón para la Fundación Cartier para las Artes en París; y ha levantado algunas de sus extravagantes construcciones en Juliaca.
Hoy sus cholets se distinguen como lunares entre las casas de ladrillos o a medio construir de El Alto, una ciudad que crece por la pujanza de emprendedores aimaras. Son estos los clientes de Mamani, quienes pueden pagar entre 200.000 y 300.000 dólares por sus servicios de arquitecto. “Mi ciudad no tenía una identidad arquitectónica. En la universidad nos obligan a estudiar la estética de Occidente. Cuando empecé me dije por qué no romper este esquema y hacer lo que es mío, revalorizar mi cultura”.
Si bien sus llamativos edificios se levantan como trofeos que reivindican la riqueza de sus dueños, también son el patrimonio que asegurará su futuro: “Estos edificios son como el seguro social de mis clientes, tienen que generar dinero, y ser autosostenibles en el tiempo”, explica Mamani. Se refiere a que
cualquier rincón del cholet debe generar ganancias. Por ejemplo, la primera planta del edificio está destinada a locales comerciales; la segunda, a ser un vistoso salón de fiesta que se podrá alquilar; los otros pisos son cuartos de hospedaje; y en lo alto se instala el chalet del dueño.
‘Cholets’ de El Alto. El Crucero de los Andes, anclado en un piso 11, es la última creación del arquitecto boliviano Freddy Mamani. Foto: Félix Contreras/La República
“Yo he sido bastante criticado en las universidades de mi país, que están muy occidentalizadas, pero finalmente me están reconociendo”, dice Mamani, un artista que procede de una comunidad campesina cercana a El Alto, y que creció inmerso en el mundo de la construcción, pues su padre era albañil.
Con sus cholets, Mamani le ha puesto color a su ciudad. Quiere que más turistas visiten El Alto, por eso deja volar su imaginación cuando diseña sus edificaciones, que, como el Crucero de los Andes, dan vida al cielo boliviano.