"Dime, ¿quieres saber algo más de tu propia sangre?”. El 25 de marzo de 2017, justo en su aniversario de bodas número 27, Fabiola Hablützel escuchó aquella pregunta de labios de su madre. Esa conversación, en el Country Club de Villa Sur, Cañete, sacaría a flote lo que Fabiola ya sospechaba: era adoptada y no hija única como le habían dicho.
Este 2023, bajo el sello Planeta, la licenciada en Economía por la Universidad de Lima presenta el libro La hermana del medio, que cuenta a detalle todo el proceso por el que pasó al asumir que no compartía consanguinidad con su familia.
Desde la adolescencia, Fabiola se acostumbró a escribir para sí misma a través de bitácoras. “Era mi terapia, mi desahogo”, comenta. Ese hábito de juventud nunca cambió. Sin embargo, recién se animó a publicar sus pensamientos, en Facebook, cuando empezó a contar las historias de sus mascotas.
Luego de enterarse de que era adoptada, también subió esa experiencia a la misma red social. Se maravilló al saber que estaba dando soporte a personas con vivencias parecidas a la suya. “Si solo con Facebook ayudaba a mucha gente. Escribiendo un libro iba a poder apoyar a otros más”, reflexiona. De inmediato, apunta: “Mi ambición final es cambiar la legislación peruana, la cual no permite que las mujeres den a sus hijos libremente en adopción. El proceso sigue siendo engorroso”.
Al momento de la entrevista, Fabiola Hablützel luce distendida, con la sonrisa de quien no espera que el destino le ponga obstáculos insuperables. Además, por coincidencia, se encuentra sentada no muy lejos de donde Fabiola Santisteban Dávila, su mamá adoptiva, le hizo la revelación en 2017. La acompañan su ‘nuevo’ hermano menor, por el lado materno, Norberto de Ponti y sus pequeños hijos. Todos ellos viajaron al Perú desde Argentina para aprovechar las vacaciones de verano.
La autora de La hermana del medio, pese al paso del tiempo, se estremece y se conmueve al rememorar cómo doña Fabiola Santisteban, en ese día de playa, pronunció otra pregunta: ¿Todavía me quieres? “Asentí. La sangre se me escurría a los pies. Debía cuidarla a ella porque se volvió frágil. Me preguntaba si mis hijos aún la llamarían ‘abuela’. Armada de valor, le respondí que todo iba a marchar igual”.
La fragilidad de su madre se debe al alzheimer, trastorno destructor de la memoria y que progresivamente impide llevar a cabo hasta las tareas más cotidianas. “Mi madre siempre titubeaba. Yo le completaba las frases. Le doy besos todos los días. Le cuento del libro, pero no obtengo ninguna reacción a cambio”, dice apenada.
La autora se toma un respiro y prosigue: “Es una enfermedad más dolorosa para la familia que para quien la padece. Estoy despidiendo a mi madre por partes. Es como asistir a un velorio cada cierto tiempo. La estoy llorando por pedazos. Un día dejó de hablar; otro de comer. La mujer fuerte, de pronto, se volvió chiquitita”.
La noticia de su verdadero origen tuvo un efecto distinto al que otros imaginarían. Su familia se amplió, su amor por los demás se multiplicó y dice que los sentimientos hacia sus seres queridos no dependen ni dependerán de sus vínculos biológicos. “Sí te puedes parecer a alguien con quien no compartes genes. Todos somos una mezcla de 50% genes y 50% crianza”, asegura.
A ella nunca se le ocurrió hacerse una prueba de ADN, hasta que vio un capítulo de la serie “Dr. House”. El personaje principal, Gregory House, se somete a uno de esos análisis cuando su papá ya había fallecido. Para ello, le corta un pedazo de oreja en pleno ataúd. “A Alfredo, mi esposo, le dije: “Voy a hacer algo así con mis papás”, cuenta Fabiola, entre risas. Y luego vuelve a ponerse pensativa. La tormenta ha pasado. Ahora puede sostenerse gracias a su familia, a toda su familia.