Maletas marcadas con nombres, decenas de ellas acumuladas en Auschwitz (Polonia) –el más grande campo de concentración nazi– son testigos inertes de una de las mayores perversidades cometidas en el Holocausto. A los prisioneros judíos que llegaban por primera vez, los agentes de la SS les hacían marcar sus pertenencias con la ilusión de que al salir se las iban a devolver. Eso, como sabemos, no sucedió. En Auschwitz, el nazismo asesinó a un millón de judíos de las formas más atroces entre 1940 y 1945.
Interior de una cámara de gas de Auschwitz. Foto: Milko Torres
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El fotoperiodista Milko Torres estuvo allá y la imagen de las maletas fue lo que más lo impresionó: “Te preguntas cómo el ser humano puede llegar a ser tan perverso al jugar con la ilusión del otro. A medida que pasaban los días, los prisioneros se daban cuenta que nunca saldrían y que su ilusión estaba rota, esa crueldad, que puede ser tan violenta como una agresión física, me impactó”.
Prótesis de prisioneros que llegaban al campo de concentración. Foto: Milko Torres
Torres visitó Auschwitz con el fin de entrar en las fauces del horror y traer imágenes que nos muestran lo más oscuro de la naturaleza humana, el resultado es el ensayo fotográfico “Campos de dolor”. “El orden imperante llamó mi atención, impresiona cómo los nazis, que tenían un desorden mental y emocional, podrían ser tan ordenados en tan atroz empresa de exterminio en que los prisioneros eran chatarra dentro de una fundición”.
Oficina de un mando de la SS en Auschwitz. Foto: Milko Torres
Espeluznante es la fotografía de una de las cámaras de gas donde ejecutaban a los prisioneros que, si no supiéramos de historia, pasaría por una simple habitación oscura de paredes ennegrecidas. Fue allí a donde dirigían con engaños a las víctimas, diciéndoles que eran duchas, para luego asfixiarlas con gas venenoso.
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"El orden imperante llamó mi atención, impresiona cómo los nazis podrían ser tan ordenados en tan atroz empresa de exterminio”, dice Milko Torres, fotoperiodista peruano. Foto: Milko Torres
A pesar de que han pasado más de setenta años, Torres dice que hay que volver a Auschwitz para hacer memoria: “Será válido para recordar de dónde venimos y hacia donde vamos como sociedad”. Recordar también nos empatiza con el dolor del otro: “Los espacios y objetos del complejo son capaces de generar emociones sobre el dolor de las víctimas. Al estar allí o al ver una fotografía uno puede contrastarla con su experiencia de vida y reflexionar sobre lo negativo de dañar a otros”.
Vagón del tren de la muerte que transportaba a los prisioneros. Foto: Milko Torres