El antropólogo Francesco D’Angelo siempre fue indiferente al fútbol.
En diciembre de 2016, cuando se mudó a la comunidad de Chahuaytire, en Cusco, para realizar el trabajo de campo de su tesis, es probable que no le haya sorprendido tanto lo que allí había: un estadio con medidas reglamentarias, un club de fútbol –el San José de Chahuaytire– que participaba en la Copa Perú. Apenas se lo comentó a Gonzalo García, su amigo más cercano.
“Fue una conversa de patas alejados –recuerda Gonzalo, un ingeniero industrial que viajó a Barcelona para estudiar Educación Física–, nada nos hacía pensar lo que pasaría”. Francesco le explicaba su investigación –un análisis de cómo la construcción de casas para turistas se relaciona con las expectativas de vida de los campesinos quechuahablantes–, y a menudo le compartía libros. Uno de estos fue Entre las cuerdas, del sociólogo Loïc Wacquant quien, a fines de los ochenta, se inscribió en un gimnasio de box de un barrio afroamericano en Chicago para abordar la desigualdad y el racismo.
Sinkumunchis, una academia de fútbol pensada desde la antropología, abrió camino a la división de menores. Fotografía: Julio Ángulo La República
Gonzalo leyó fascinado los apuntes de Wacquant mientras pensaba: “Algún día me ayudarán a entender algo”. Por lo demás, durante tres años, Francesco se dedicó a visitar a los vecinos de esta comunidad –una de las doce que integran el distrito de Pisaq– para escribir su tesis, que concluyó a mediados de 2020 y sustentó a fines de ese mismo año. Gonzalo, mientras tanto, devino en preparador deportivo y volvió al Perú en ese mismo período, graduado con una tesis sobre la influencia del feminismo en un deporte todavía dominado por hombres.
Se reencontraron un diciembre de pandemia. No hay muchos detalles sobre ese suceso, pero sí de lo que planificaron después: un viaje al Cusco. –Le dije a Gonzalo que me acompañara a la comunidad a presentar la tesis –recuerda Francesco.
–Fuimos en enero de 2021 –replica Gonzalo–. Conocí a los dirigentes del club San José de Chahuaytire. Vi el estadio grande. Supe que el equipo local participaba en la Copa Perú y dije: ‘no jodas, esto es alucinante, aquí debemos hacer algo’. Por mi mente pasaban un montón de ideas. Creo que en ese momento encontramos un propósito. Sinkumunchis es una palabra en quechua que significa ‘rodamos juntos’, el nombre de la primera escuela de fútbol impartida en lengua originaria y es, además, una fundación enfocada en velar por el desarrollo deportivo de las comunidades quechuahablantes del Perú.
La dirigen Francesco D’Angelo, Gonzalo García y su primo, Diego, un administrador y extrabajador de Facebook que se unió al equipo en octubre del año pasado. Desde un paraje sin acceso a educación y servicios de salud, buscan insertar el mundo andino a la esfera del fútbol y convertir este deporte en un instrumento de reivindicación, visibilización e inclusión.
Esa mañana de enero de 2021, recién llegado a la comunidad, Gonzalo García organizó un entrenamiento al pie de los cerros: se prestó los balones del club y demarcó espacios con piedras. Miraba la ejecución de pases de los más pequeños. Pero un impedimento lo desencajó. “Me sorprendió que las mujeres sean simplemente espectadoras y que no pudieran usar las camisetas del club, quizá por falta de logística”, dice ahora, enfundado en un poncho multicolor.
El juego continuó de todos modos. “Y no dejaba de retumbarme eso: aquí debemos hacer algo, debemos volver”. Lo hizo en febrero, cuando en Chahuaytire se organizó una asamblea comunitaria en la que pidió intervenir. Frente a los dirigentes, propuso la escuela Sinkumunchis. Al mes siguiente, tras la aprobación, se mudó a la comunidad para iniciar los entrenamientos. En unas semanas había convocado a 140 alumnos, organizados en seis grupos, y había conformado la división de menores.
Las mujeres, sin embargo, seguían relegadas por el machismo imperante. “Entonces, ocurrió algo poderoso –dice–. Me parece que fue la primera vez que ellas encontraron un espacio de expresión y empoderamiento. Se manifestaron y nos dijeron que querían unirse. En las asambleas no las escuchaban, no tenían voz. Jugaban en silencio”. Las organizó en tres categorías: sub 15, sub 18 y “mamachas”.
A la fecha, el equipo de fútbol femenino de Chahuaytire ostenta el primer lugar del certamen interdistrital y, sobre todo, el reconocimiento por haber marcado un precedente en la comunidad. “Gracias a su intervención –dice Francesco–, los estereotipos y roles de género se han ido derribando. Su trabajo nos ha demostrado que es posible una deconstrucción”. El club San José de Chahuaytire, por su parte, también ha obtenido conquistas: si antes se reforzaba con jugadores de las comunidades vecinas, hoy solo recurre a sus canteras y está en la primera división de la liga distrital de Pisaq.
.Jugadoras de la comunidad en una jornada de entrenamiento. Fotografía: Julio Ángulo, La República.
Cada mañana, jugadoras y jugadores acuden a sus clases programadas y se entregan al rigor del balompié: esperan que, algún día, los más destacados sean respaldados e integrados a grandes clubes. “Nos hace ilusión que encuentren una manera distinta de encarar el mundo”, apunta Gonzalo, quien aprendió el quechua collao (la rama dialectal cusqueña) para dirigir las preparaciones. En octubre de 2021, Diego le escribió desde Estados Unidos para visitarlo después de dos décadas.
Acordaron reencontrarse para conocer la comunidad. Y fueron. “Me enganchó enseguida –dice Diego–. Sinkumunchis existe por la determinación de Chahuaytire”. La fundación ahora tiene apuestas mayores: replicar la experiencia en otras comunidades, implementar el Sinkubus para facilitar el transporte de niños y niñas y electrificar los alrededores del estadio, donde este miércoles Ivan Sutta, Saúl Ylla, Darwin Ccoyo y Robertina Ylla entrenan junto a sus compañeros.
El cielo está despejado, pero en la tarde se desatará una tormenta. Sobre el césped relucen dos trofeos. Entonces, Robertina dice que tiene un sueño.
–Otras canchas tienen todo, luces, tribuna –suspira–. Eso me gustaría que hubiera acá para que nos vean, para que nos reconozcan.
Las compañeras dicen sí y sonríen. Los chicos, también.
–Me gustaría que todos vean nuestro juego. Es, en el fondo, un manifiesto contra la marginación.
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Sinkumunchis ha elaborado un glosario y nomenclatura de fútbol en quechua collao. Aquí algunas palabras: