Fueron días de cielo azul esperanzador. Cuando nos cayó la pandemia, y nos encerramos en casa, y no hubo vehículos circulando en Lima, la contaminación del aire bajó de forma considerable. Fue una gran noticia. En marzo del 2020, había menos partículas contaminantes en el ambiente. La estación de monitoreo del Senamhi de San Juan de Lurigancho registraba 4 μg/m3 (microgramos por metro cúbico de aire), un valor bajísimo, considerando que antes de la cuarentena por la COVID-19 este distrito llegó hasta los 50 μg/m3 en 2018.
No fuimos los únicos que notamos la diferencia. En India, uno de los países más contaminados del planeta, su atmósfera limpia permitió a algunas comunidades ver por primera vez en años la cumbre de los Himalayas. Le dimos un respiro al planeta y a nuestros pulmones, pero no duró mucho tiempo.
Con el retorno gradual a la normalidad, también volvió el caótico tráfico vehicular en Lima, que es el principal factor de contaminación del aire y el responsable del 58% de las emisiones de partículas PM 2.5, según el Diagnóstico de la Gestión de la Calidad Ambiental del aire de Lima y Callao (2019).
Hay que prestarle atención a estas micropartículas porque, entre las emisiones contaminantes (hollín, humo o polvo), son las más peligrosas. Provienen de la combustión de los motores vehiculares, miden 3 por ciento del diámetro de un cabello humano y penetran en los pulmones.
Hacen tal trabajo roedor en el cuerpo que a largo plazo podrían causar enfermedades pulmonares, cáncer, accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Sobre la exposición a las partículas PM 2.5 presta especial atención el Air Quality Life Index (AQLI), un informe anual del Instituto de Políticas Energéticas de la Universidad de Chicago, que hace un monitoreo global de la calidad del aire.
El AQLI fue noticia hace unas semanas pues alertó que Lima era la ciudad con la peor calidad de aire de América Latina, además señaló que los limeños perderían 4,7 años de esperanza de vida si la aguda polución persiste. De hecho, en su ránking de países se indica que Perú está expuesto a concentraciones de partículas PM2.5 de 30 μg/m3, tres veces más de lo tolerado por la OMS. El enemigo de nuestra salud, por lo tanto, está en el aire, y no es solo el coronavirus. Hacerle frente depende de la voluntad de las autoridades, un robusto financiamiento y un plan inteligente.
“Las políticas contra la contaminación del aire bien implementadas han desempeñado un papel importante”, señala el informe de AQLI. Podemos aprender de las experiencias extranjeras. China, por ejemplo, tomó drásticas decisiones en 2013, cuando estaba entre los cinco países con la peor calidad de aire del mundo, y era considerado un foco contaminante del planeta.
Su gobierno aprobó un Plan de Acción Nacional de Calidad del Aire de US$ 270 mil millones, y entre sus medidas más resaltantes se restringió el número de automóviles en las carreteras de las grandes ciudades y se implementó una red nacional de monitores de calidad del aire. En seis años redujo sus altos índices de contaminación.
Que venga el chatarreo
En el país, el Ministerio del Ambiente (Minam), junto a otros ministerios y municipalidades locales, aprobó el Plan de Acción de Mejoramiento del Aire de Lima y Callao 2021-2025, varias de sus acciones para lograr un aire limpio apuntan a la supervisión exhaustiva de nuestro ruinoso parque automotor.
Según sus hallazgos, los viejos ómnibus – muchos con más de catorce años de antigüedad– son los que más contaminan, representan el 42% de las emisiones de PM2.5. El chatarreo obligatorio de este tipo de vehículos sigue siendo una alternativa para reformar el sistema de transporte.
Entre otras medidas, el Minam plantea supervisar la calidad de los combustibles, incorporar los vehículos Euro 6 (que reducirán significativamente las emisiones de partículas) y continuar con la implementación de transporte público a gas natural y eléctrico.
El plan también pone énfasis en la construcción de más ciclovías. De hecho, la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML) señala que hoy la ciudad cuenta con 260 kilómetros nuevos de esta infraestructura, además, quiere devolver los espacios públicos a los transeúntes y reducir la circulación de los autos por lo que se ha peatonalizado 40 cuadras del Centro Histórico.
“Con estas medidas es posible que en los próximos 5 a 10 años podamos obtener resultados menores y lograr los 10 ug/m3 recomendados por la OMS”, dice Eric Concepción, director de Calidad Ambiental y Ecoeficiencia del Minam. Para hacerle frente a la contaminación hay que conocerla a profundidad: “Los datos tienen el poder de transformar”, dice Anderson Huayna de la División de Calidad del Aire y Evaluaciones ambientales de MML. Por ello la municipalidad amplió la red de monitoreo de calidad del aire de la capital.
“En Lima, Senamhi tiene 10 estaciones de las cuales solo 4 están operativas, el Minsa tiene 7 y, desde que inició la pandemia, no produjeron data”, señala. Por ello se han instalado módulos con pequeños dispositivos de sensores de bajo costo que miden diez parámetros de gases y material particulado en 35 puntos de Lima, cerca de hospitales, plazas públicas, albergues infantiles.
En ciudades como Madrid, los días que se registra alta contaminación se alerta a la población a través de grandes paneles y se restringe el tráfico en ciertas avenidas; si la situación empeora, se limita la circulación de los vehículos de acuerdo a su placa.
En el plan del Minam también se contempla implementar una app móvil para que el público pueda monitorear la calidad del aire de la ciudad.
El ingeniero físico de la UNI Michael Vera imagina a Lima como una ciudad inteligente en el futuro, en la que los ciudadanos puedan tener información a mano de la calidad del aire. “Si quieren hacer deporte, por ejemplo, sabrán si la avenida por donde correrán tiene baja contaminación”, afirma Vera, líder del proyecto BeeGOns!, que ha desarrollado dos módulos de medición de calidad del aire para Jesús María. Una pequeña iniciativa que cuenta mucho en esta guerra que debemos declararle a la contaminación.