Luego de que la Guerra del Pacífico terminara en 1884, el Perú inició una etapa de reconstrucción nacional, pues el conflicto armado dejó estragos en la economía del país. Fue así como en los siguientes años, cientos de peruanos del interior arribaron a Lima, tal como fue el caso de Alejandrino Montes.
El adolescente de 17 años llegó hasta la capital junto con su hermana sin imaginar que serían víctimas de discriminación y sufrirían un trágico destino. Conoce a continuación el caso del empleado ancashino que puso en evidencia la diferencia de clases sociales que había en aquella época en Lima.
En los años 1914 y 1915, los esposos Manuel Germán Ibarra y Eloísa Pérez de Ibarra, quienes se dedicaban al negocio minero y eran provenientes de Junín, decidieron vivir en Lima. De esta manera, se establecieron en una vivienda ubicada en la calle de La Condesa con Trujillo. Aquella es hoy en día la cuadra 2 del jirón Virú, en el distrito del Rímac.
Alejandrino Montes y Fabiana Montes. Foto: GEC
Como estaban acostumbrados a un estilo de vida acaudalado, contrataron a un chofer propio, una profesora de piano y a dos hermanos, quienes se desempeñaron como empleados domésticos, por lo que se encargaban de las tareas del hogar.
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Cuando Alejandrino Montes tenía 17 años dejó su natal Chiquian, en Áncash, junto con su hermana Fabiana, en búsqueda de un futuro mejor y poder salir de la pobreza. Con sus pocas pertenencias, viajaron hasta Lima para servirle a los esposos y ganar dinero.
Según los reportes de los medios de comunicación de aquella época, los hermanos Montes fueron recibidos cálidamente por la familia Ibarra. Es por ello que pensaron que no sufrirían ningún tipo de maltrato ni discriminación por su origen, y mucho menos que serían explotados.
Pese a que fueron bien recibidos al inicio, poco tiempo después, Alejandrino y Fabiana empezaron a sufrir abusos por parte del matrimonio. Cuando tenían algún error, eran crueles reprochándoles. También los consideraban como si fueran de su propiedad y, si rompían algo o no cumplían sus órdenes, eran golpeados y sometidos a burlas racistas.
Manuel Germán Ibarra y Eloísa Pérez de Ibarra. Foto: Latina
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El 11 de marzo de 1916, en la ciudad de Lima, se registró uno de los crímenes más impactantes de la época. Durante la noche, Eloísa fue atacada en el baño de su casa por Alejandrino, quien la apuñaló con un espadín en su vientre. Al llegar su esposo, también sufrió la misma suerte, aunque este fue asesinado con una comba, herramienta parecida al martillo pero más pesada.
Fabiana Montes, al enterarse del doble homicidio, se convirtió en cómplice de su hermano y lo ayudó a cambiarse de ropa para deshacerse de los restos de sangre que se quedaron allí. Con el fin de escapar lo más pronto posible de la capital, los adolescentes robaron algunas joyas y dinero para viajar en los próximos días. Fabiana se quedó trabajando en una casa en la Calle Arica, pues su hermano deseaba mantenerla a salvo.
El 12 de marzo, el chofer del matrimonio Ibarra acudió a la vivienda para recoger al patrón, pues iban a trasladarse a Chosica, pero como no obtuvo ninguna respuesta, llamó a su hermano, don Manuel Ibarra, quien tampoco sabía nada de él y, al preocuparse por su ausencia, dio aviso a la Policía. Una vez que las autoridades dieron permiso de ingresar al inmueble, encontraron los cuerpos de los esposos sin vida.
Pocos días después, un inspector encontró al asesino vagando por las calles del Callao. Una vez que lo capturó, confesó su crimen y se justificó narrando todos los maltratos que recibieron él y su hermana.
Alejandrino Montes y su hermana reconstruyen la escena del crimen. Foto: Latina
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El 14 de ese mismo mes, Alejandrino fue llevado a Lima para recibir su condena y recrear los hechos. Durante esta gestión, fue examinado por el doctor Emilio Valdizán, uno de los primeros especialistas en enfermedades mentales de Perú. El joven también le otorgó una entrevista al periodista Óscar Miró Quesada, quien reconoció el rencor y sufrimiento que pasó el ancashino.
El asesino de los Ibarra fue condenado a 20 años de prisión, por lo que fue recluido en la Cárcel de Guadalupe, lugar que hoy en día es el Palacio de Justicia. A su hermana, Fabiana, también le dieron la misma pena y fue trasladada al penal Santo Tomás, el cual estaba ubicado en Barrios Altos.
El caso causó controversia en aquella época, pues, mientras que algunos no perdonaron el asesinato, otros se compadecían de Alejandrino porque entendían el dolor del joven al sufrir discriminación. Fue así como, en 1917, el compositor Pedro Arzola presentó el tema “Alejandrino Montes”, un vals que le rinde homenaje al joven criminal.
Otros de los temas musicales que surgieron con base en este caso fueron “Declaración de Montes a Onofroff”, “Entrevista de Alejandrino y su padre” y “La muerte de Alejandrino Montes”.
Más allá de las conocidas razones que llevaron a Montes a asesinar a sus patrones, se supo luego que él estaba enamorado de la sobrina de los Ibarra, Adelaida. Como sabía que la pareja de esposos no le darían el visto bueno a una relación amorosa con ella, esto resultó como una especie de “motivación” adicional para llevar a cabo el crimen.
Letra y música: Pedro Arzola
Alejandrino Montes
el joven criminal
que mató a sus patrones
haciéndose fatal;
él lo hizo por venganza,
según lo declaró
al repetir el crimen
como los victimó.
los grandes magistrados
no pueden comprender
que la infeliz Fabiana
no se pudo oponer:
solo un deber de hermana
la obliga a callar;
si no; Alejandrino
la iba a victimar.
siendo tan criatura
a todos admiró,
al repetir la escena
con cinismo y valor;
pero la pobre hermana
no pudo resistir;
rompiendo en un sollozo
cual si fuera a morir.
Antes de que fuera trasladado del Callao a Lima en el tren fue entrevistado por un periodista local. Según contó el joven ancashino, después de que su hermana Fabiana recibiera una paliza, le pidió que se fuera a dormir para que después el cogiera el espadín y matara a Manuel Germán Ibarra. Estas fueron algunas de sus palabras en las que explicaba la razón de su crimen.
De acuerdo a los registros policiales de la época y a la reconstrucción de los hechos, se sabe que Alejandrino Montes escapó con joyas y algunos objetos de valor de la vivienda de los Ibarra.
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A su hermana le consiguió un trabajo en la Calle Arica y fue capturado unos días después vagando por algunas calles del Callao. Tras ello, no tardó en confesar el crimen y dar sus motivos.