Durante los primeros años del siglo XX, cuando la famosa isla Ellis de Nueva York todavía funcionaba como centro de inspección de inmigrantes, una pareja de griegos, George y su esposa Mary, llegaron a los Estados Unidos. Mientras escribían su propia historia de amor, ambos se convirtieron en los principales responsables en la investigación de una prueba que ayudó a detectar el cáncer de cuello uterino o cáncer cervical en millones de mujeres del mundo, y salvarles la vida. Conoce aquí la impresionante historia tras la prueba de Papanicolaou.
George Papanicolaou y Andromachi ‘Mary’ Mavrogeni llegaron a Estados Unidos en 1913 con apenas 250 dólares (la cantidad mínima para ingresar al país) y sin saber casi ni una palabra de inglés, como haciendo honor a los versos de Emma Lazarus inscritos en la Estatua de la Libertad: “Dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres”.
La pareja había viajado junta incluso ante la negativa de sus familias, y lograron conseguir trabajos modestos para alquilar un pequeño departamento. Ella empezó cosiendo botones por apenas 5 dólares a la semana, y el comenzó a vender alfombras.
Mary Papanicolaou con su esposo George en su casa de Douglaston, Nueva York. Foto: ResearchGate
Pese a esto, George era médico, y también un músico apasionado. Así, pronto comenzó a tocar el violín en algunos bares y restaurantes para aumentar los ingresos de la joven familia. Su deseo por dedicarse a su profesión lo llevó a ser aceptado en la Escuela Médica de la Universidad de Cornell (apenas creada décadas antes por el fundador de Western Union).
George y Mary comenzaron a trabajar juntos en dicha escuela un año después, ahora ella como asistente. Fue por entonces que él pidió permiso para realizar un estudio de determinación de sexo en cobayas (cuy o conejillo de indias). Para esto, se necesitaba sacrificar al animal.
En una mañana, durante una inspección de las cobayas, George creyó que todas las hembras estaban sufriendo una hemorragia vaginal. Para asegurarse, consiguió un espéculo nasal y examinó al animal.
El laboratorio de George y Mary Papanicolaou. Foto: YouTube/NewYork-Presbyterian Hospital
Lo que obtuvo lo colocó en un portaobjeto y le realizó un frotis para examinarlo en el microscopio. Grande fue su sorpresa cuando vio que en la muestra aparecían toda clase de formas celulares con diferentes patrones.
Tras este hallazgo, George decidió realizar el mismo procedimiento a su esposa. Luego de indagar mucho, y hasta pagar de sus propios bolsillos un dólar a las enfermeras para que se hagan la prueba, ambos descubrieron que estas apariciones correspondían a cambios en el útero.
Andromachi “Mary” Mavrogeni, el "alma de la citopatología ginecológica". Foto: ScienceDirect
Toda la investigación se publicó luego en la revista American Journal of Anatomy. Años después, en 1925, se comienza a hacer pruebas en mujeres voluntarias que trabajaban en el Hospital de Mujeres de Nueva York.
El aporte de Papanicolaou fue sobre todo la técnica que desarrolló tanto para aislar las células cancerígenas como para conservarlas. Con su hallazgo, el cáncer cervical podía ser detectado antes de que se desarrolle lo suficiente como para ser palpado.
Folleto divulgando la reciente prueba de Papanicolaou para detectar el cáncer cervical. Foto: Revista de Obstetricia y Ginecología de Venezuela
Después de que la comunidad científica comenzara a aceptar por consenso la importancia de la prueba, el porcentaje de muertes en mujeres con cáncer de cuello uterino disminuyó fuertemente (un 70% desde 1940).
La ayuda que recibió George de su esposa Mary fue crucial para el desarrollo de la técnica en la prueba de Papanicolaou. En un inicio, cuando apenas llegaron de Europa, “lo animó devotamente a continuar con su trabajo”, revela Olga Stamatiou, sobrina nieta de George en una entrevista a la BBC.
La sobrina también contó que Mary se sometió a 20 exámenes diarios para ayudar a su esposa en su investigación y que, cuando esta por fin rindió frutos, lo ayudo a manejar la frustración por la falta de reconocimiento.
“No pierdas tu convicción. No te desvíes. Esto es lo que estabas destinado a hacer y esto es lo que harás”, le decía Mary a su esposo, según cuenta Stamatiou.
Estatua de George Papanicolaou en el Papanicolaou Cancer Research Building. Foto: The Boca Raton Observer
Tal como lo reveló la presidenta del Consell Social del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC), Nuria Casanovas, tras llorar, las personas pueden “sentirse diferentes”. En sus palabras, la actividad es positiva “para cuando estamos encallados en un estado de ánimo”.
La razón está relacionada a la clase de respiración que acompaña al llanto. “Si nos fijamos en un niño cuando llora, veremos que lo hace abriendo los pulmones: abre los pulmones, entra más oxígeno, lo libera. El oxígeno es la gasolina del cerebro”, comentó.
Por supuesto, existen muchas formas de llorar, y hay “tipos de sollozos que no son tan positivos”, cuenta. “Conocemos personas que se echan a llorar y no salen”, explica la psicóloga. “Pueden pasar un día o un mes llorando y caen en depresiones que, por mucho que lloren cada día, no les hará ningún beneficio”.