Justo Arizapana falleció un 11 de junio de 2020. El valiente reciclador de Cieneguilla fue el testigo clave para encontrar los cadáveres de nueve estudiantes y del profesor Hugo Muñoz, de la Universidad Enrique Guzmán y Valle (conocida como La Cantuta), asesinados por el grupo Colina.
El ciudadano arriesgó su vida en 1993 al denunciar el crimen y dibujar un croquis que indicaba el sitio exacto de las cuatro fosas clandestinas donde estaban los restos. Por tal motivo, en la siguiente nota, te contamos parte de la vida de don Justo y cómo su testimonio ayudó a resolver el caso La Cantuta y poner tras las rejas a los responsables.
Don Justo nació en el año 1959. En el año 1976, fue arrestado y condenado de manera ilegal a 10 años de prisión por apología al terrorismo. La única prueba que se presentó en su contra era la amistad que tuvo con un integrante del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), quien participó en un evento de defensa de tierras en una comunidad en Cañete. El suceso provocó la muerte de un policía.
En 1986, Arizapana fue liberado y comenzó a trabajar como reciclador, oficio que le permitió presenciar los crímenes del grupo Colina y ser testigo del caso La Cantuta en 1993. Desde ese día, el hombre vivió asustado y con un delirio de persecución.
Meses después, Justo fue encarcelado por supuestos delitos comunes, pero esto no le impidió instruirse y salir adelante. En sus tiempos como prisionero se desempeñó como responsable de las bibliotecas del penal de Lurigancho y El Frontón.
En 2020 se le reconoció una pensión por su condición de discapacidad, la cual no disfrutó, ya que falleció el 11 de junio de aquel año en Cañete; aquejado por problemas de salud debido a un derrame cerebral.
Justo
Justo Arizapana contó en el documental “La Cantura en la boca del diablo” que, en la madrugada del 25 de abril de 1993, vio cómo integrantes del grupo Colina enterraban los cadáveres de los nueve estudiantes y del profesor Hugo Muñoz, quienes estaban reportados como desaparecidos desde el 18 de julio de 1992.
Al amanecer, el hombre se acercó al lugar, excavó con sus manos y descubrió las cenizas de las víctimas. Horas después, denunció el hecho junto a su amigo Guillermo Catacora y, posteriormente, ambos se dirigieron al despacho del congresista Roger Cáceres, presidente de la comisión investigadora en aquel año.
Sin embargo, el parlamentario le pidió pruebas. Es así que Arizapana y Catacora regresaron a las fosas y le entregaron huesos en un sobre y un croquis dibujado por don Justo del punto en donde estaban enterrados los cadáveres.
Foto: La República
En la madrugada del 18 de julio de 1992, nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados de la residencia universitaria de La Cantuta. No se tuvo noticias de las víctimas hasta abril de 1993.
Tras la muerte de Justo Arizapana en junio de 2020, varios familiares de los estudiantes desaparecidos de La Cantuta destacaron el aporte de este personaje para encontrar los cuerpos de los universitario.
“La verdad se abrió paso gracias a su denuncia y al mapa que dibujaron con Guillermo Catacora. Hoy descansa después de mucho sufrimiento”, escribió aquel año en su cuenta de Twitter, Gisela Ortiz, cuyo hermano fue asesinado por el grupo Colina.