La idea de acostarse boca arriba, o ‘tang ping’ en chino, significa tomarse un descanso del trabajo implacable. Es un movimiento que despegó durante 2021, ante la presión que muchas personas sintieron —cada vez mayor— para trabajar siempre más y superar a sus compañeros.
No obstante, esto puede sonar casi subversivo en China. De hecho, esto justificó una advertencia explícita del presidente Xi Jinping, en un artículo en el diario del Comité Central del Partido Comunista publicado en octubre del 2021.
“Es necesario evitar la solidificación de los estratos sociales, suavizar los canales de flujo ascendente, crear oportunidades para que más personas se enriquezcan, formar un entorno de desarrollo donde todos participen y evitar la ‘involución’ y el ‘aislamiento’”, escribió el mandatario chino.
Ninguna de estas tensiones entre generaciones es exclusiva de China. Tanto en EE. UU. como en Europa, los economistas hablan de una “gran renuncia”, con millones de trabajadores que se jubilan, renuncian o se niegan a aceptar trabajos que consideran inútiles o poco gratificantes.
No obstante, la doctora Lauren Johnston, investigadora asociada del Instituto de China de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, dice que la situación en China tiene diferentes causas.
En primer lugar, hay jóvenes migrantes rurales en Pekín o Shanghái que ahora se dan cuenta de “cuán atrasados están, en términos de poder ganar suficiente dinero para comprar una casa o competir con los jóvenes de la ciudad que crecieron hablando inglés y vistiendo ropa sofisticada”.
Por otro lado, están los hijos de padres más ricos y exitosos que no tienen “tanta hambre como los niños supertriunfadores de familias más pobres”.