La reconocida psicoanalista María Paz de la Puente acaba de publicar su primera novela, cuyo título se inspira en unos versos del célebre poema epistolar “Escrito a ciegas” de Martín Adán: Como una palabra volada de la sien (Planeta). Si bien De la Puente debuta en las parcelas literarias, esto no quiere decir que su novela ostente irregularidades discursivas, algo muy habitual en voces jóvenes, por el contrario, una cualidad a destacar es precisamente la mirada aterrizada de la voz protagonista, Elena, psicoanalista que cierto día recibe la visita inesperada de María Angélica, a quien escucha. Pero María Angélica desaparece, lo que obliga a la psicoanalista, bajo el asombro de la epifanía, a hurgar en la vida de esa misteriosa mujer, pero ese interés se convierte en una introspección personal que la hará reconfigurar aspectos sobre su propia manera de ver la vida. A esta mirada, se suma también la sensibilidad de una sustanciosa prosa diáfana, que le permite a De la Puente presentar una historia pautada por la aventura interior. La República conversa con la escritora.
—Para ser tu primera novela, esta es muy madura. ¿Desde cuándo escribes?
—El deseo de escribir estuvo siempre conmigo. A veces con resultados palpables y a veces solo en mi mente. Escribí cuentos y relatos, textos autobiográficos, pero sin ninguna pretensión de publicación. Era una actividad esporádica que respondía a alguna urgencia pasajera.
—Esta es una novela de muchos personajes, pero el de María Angélica es el que canaliza la intención de Elena de construir su historia tras su breve encuentro en su consultorio.
—Hace aproximadamente 15 años me propusieron escribir un texto para formar parte de un libro de crónicas acerca de mujeres destacadas que ya hubiesen muerto. De un listado de 10 nombres, todos pertenecientes a mujeres que habían contribuido a la cultura peruana, destacó uno desconocido, un sobrenombre: La Rayo. De inmediato me interesó, más aún cuando supe que pertenecía a una delincuente que operaba en los años 50 en Lima. Contraté a un investigador quien encontró un tesoro: reportajes en el diario La Crónica cuando era atrapada durante sus andanzas nocturnas y cuando lograba escapar de todas las cárceles a través de rejas y ventanas. Devino en un mito urbano. Cuando las madres y cuidadoras de los niños querían que estos comieran les decían: pórtate bien o vendrá La Rayo y te llevará. Se decía también que fue pareja del famoso Tatán, es parte de la leyenda.
"Como una palabra volada de la sien".
—El escenario de la novela también es atractivo: 1992, año de muchos sucesos políticos y sociales en Perú.
—Elegí esa época porque representaba, así como la época de la pandemia, simbólicamente para la mente y el alma, un encierro, un terror, una sensación de impotencia. De que no había forma de salir de ahí. Entonces, la vida de la doctora Elena también era una vida encerrada, impotente, desgraciada. Con ese contexto quería representar el mundo interior de los personajes.
—Tú no procedes del mundo de la literatura. Pero a lo largo de la novela hay no pocas referencias culturales. Tu escritura no carga con el peso de la tradición en el sentido de que no te condiciona. La narración fluye y, lo más importante, gusta a los lectores.
—He escrito desde la modestia absoluta, sin ninguna pretensión. Me siento feliz de que la novela le haya gustado a la gente. Ha sido una sorpresa inmensa. A lo largo de mi trayectoria profesional he tratado con muchas personas, esa experiencia la he puesto en los personajes. Creo que los lectores se identifican con ellos. ¿O es que en Lima todos son buena gente?
—A Elena la mueve una fijación que María Angélica representa: quizá lo que ella no es. Hay un enigma que pauta a tu narradora.
Probablemente se deba a inquietudes que siempre he tenido en mi vida respecto a la raza en nuestro país. Lo racial es un tema que siempre tengo presente y que nos condiciona como sociedad. Lo que hace María Angélica va más allá de la necesidad económica, también puede haber un gusto, un placer. Ella busca imágenes de amor, agüitar a las parejas que duermen en la casa, como si buscara retazos de amor.
—Tu protagonista está inspirada en Angélica Pedraza, La Rayo. Es un personaje rico, novelable. ¿Qué te llamó la atención de ella?
Durante un tiempo capturó la atención de los lectores de aquella época y se convirtió en una noticia que se esperaba como una novela por entregas. Me llamó la atención su desfachatez, su atrevimiento, su actitud retadora en tiempos en los que las mujeres no solían capturar los reflectores y además en un mundo casi exclusivamente masculino, riesgoso, violento.
—¿Hasta qué punto caló su figura en ti?
—La empecé a imaginar, se recreó en mi interior, más allá de mi voluntad. Sus padres, su infancia, su ser fueron poblando mis pensamientos. Se aparecía en mis sueños, hablaba conmigo, se convirtió en una especie de amiga interna, ¿o cómplice? A veces nos enemistábamos. Nunca me había pasado algo así: que la realidad ficcional, reemplazara tan poderosamente a la realidad cotidiana y durante un tiempo sostenido, meses, incluso años. Una suerte de realidad paralela y secreta.