En la escena musical peruana, en especial la que se forja desde inicios de los 2000, el nombre de Veronik ya tiene señas muy definidas, y en ello ha tenido que ver no solo su evidente talento, sino también una actitud coherente que ha sabido mantener desde entonces. Bajo esas coordenadas, la escuchamos en Violencia y vitaminas (2008), primer álbum de Valium, la banda de grunge que formó solo con mujeres; en Veronik y Los gatos eléctricos (2014), en Anómala (2017), en donde el theremin fue el instrumento conductor de la producción; y este 2024 con Ilusiones peligrosas, disco compuesto por once canciones que reflejan su propuesta más personal.
“Es un disco que abarca el recorrido que he estado haciendo, a nivel musical, en los últimos diez años, con lo que más me mueve en cuestión de estilo. La temática es sobre las relaciones tóxicas y las dinámicas dañinas dentro del paradigma del amor romántico”, declara Veronik a La República. Además, “es un disco que he tomado como una terapia personal o un testimonio de lo que me ha sucedido emocionalmente. Hay manifestaciones que suelen estar normalizadas, porque se cree que es amor, cuando no es así. Cada canción es un como un testimonio. Estas son canciones que no las pude haber compuesto a los veinte años, las cosas aparecen en el momento que eres más permeable”.
No deja de tener sustento lo que señala la artista. Cada tema revela la sustancia de la experiencia. Veronik ya no es la artista disruptiva de Valium, hoy lo es de otro modo, como si mirara atrás para proyectarse en su presente. “Cuando tenía 18 años, quise tener una banda y mi primer proyecto fue Valium, luego me di cuenta de que quería seguir en el camino de la música. Aprendí el oficio, cumplí ciertos objetivos, pero los objetivos duran una época y es bueno cerrarlos. Más de una vez me han preguntado cuándo regresa Valium y respondo acaso tú vas a regresar con tu enamorado del colegio. Solía pensar que, si me va bien con la banda, algún día podría ser solista, pero tenía que pasar un tiempo para poder consolidarme, luego apareció el theremin en mi vida”.
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A lo mejor Veronik no fue la primera de su generación en usar el theremin, pero sí fue quien lo visibilizó más en el circuito, que vale más. Pero su uso es también una marca de agua, un símbolo de interés cultural que no solo se suscribe a la música. “Soy como el picaflor audiovisual. Me gusta la narrativa, leo mucha poesía. La palabra escrita es muy importante en mi universo. La palabra y el dibujo están conmigo cuando compongo mis canciones”. Este disco se legitima en el nervio de sus letras, que se conducen en la verdad de Veronik como mujer. “Yo nunca me he sentido discriminada por ser mujer. Sí me han dicho tonterías, los estúpidos están a la orden del día. Juzgan desde la superficialidad. Por eso, al trabajar bien mi propuesta, es un plus para una mujer si lo sabías manejar, porque siempre me he sentido un bicho raro. Desde tu infancia sabes que eres artista y ya eres distinto. Hay grupos de mujeres que sacan el caballito de batalla de la discriminación, no me parece. Acosadores y comentarios machistas siempre hay, no solo en los conciertos, sino también en la vida".