Cuatro hombres se reúnen para jugar cartas y, aunque tienen diferentes oficios, tienen más de un punto en común: a sus más de 60 años, creen que están relegados. “Pero no se resignan a ser puestos en la tercera fila, ahí nace el espíritu, la trama. El seguir viviendo”, nos dice el director Mateo Chiarella. Jugadores (de Pau Miró) es la obra con la que se reabre la sala del teatro Ricardo Blume. En el escenario circular de la familia Chiarella Viale, ubicado en Jesús María, veremos a Alberto Ísola, Ricardo Velásquez, Américo Zúñiga y Alfonso Santistevan. “Es una obra que no es ligera, digamos, está como en su justa medida”.
Chiarella cuenta cómo ha sido regresar a los ensayos para una obra presencial. “Ha sido como estar en cama seis u ocho meses, sales y el cuerpo está acontecido. Pero no solamente a nivel físico, sino a nivel espiritual. Nos pasa que estamos en el escenario y no podemos creer que estamos ahí, es una sensación de que es algo nuevo. Entonces, tiene un lado bueno y uno malo, primero, valorar la vigencia del teatro, el porqué hacemos teatro. Lo malo es que tenemos que agarrar training (sonríe). En eso agradezco tener actores de experiencia”.
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El proyecto incluía inicialmente a Roberto Moll y Augusto Mazzarelli. “Tuvieron unos temas personales y no pudieron estar lamentablemente porque era un proyecto que teníamos desde hace dos años. Tuve que buscar rápidamente y, gracias a Dios, Ricardo y Américo podían. Agradezco que el montaje no se haya perdido la oportunidad de tener cuatro buenas actuaciones. Estoy feliz, son estupendos, es un equipo humano sensible, con muchas ganas de volver a las tablas”.
El director continuará los proyectos que tenía con su padre, Jorge ‘Coco’ Chiarella. Además, nos adelanta que estrenará una coproducción con el productor peruano ganador del premio Tony, Carlos Arana. Se trata del último concierto de Billie Holiday. “El ocaso de una estrella la protagonizará Ebelin Ortiz. Es una obra maravillosa”.
¿La intención de Jugadores también es hablar de la pandemia y cómo afecta a la vejez?
Sí, es una reflexión sobre la sociedad frente a la vejez, sobre cómo los va relegando, ¿no? Muchas veces de una manera bastante agresiva y hostil. En la posmodernidad, la vida se vuelve tan vertiginosa y exige que el ser humano viva más rápido, con mayor capacidad de adaptación. Pero no contamos con que el ser humano va decayendo, personas que tienen una serie de virtudes, pero al no poder adaptarse, terminan siendo como inválidos. Ellos (los personajes) no aceptan una visión de que están ya sin vida, muertos, ellos apuestan. Es un momento de crisis para estas personas y es importante ver cómo se sobreponen.
Tú hiciste teatro virtual cuando las salas estaban cerradas, ¿qué etapa viene para el teatro peruano?
Se ha demostrado que el teatro es presencial, guarda su magia, digamos, en la presencialidad. Entonces, hay que volver a hacer que la gente confíe, dar espacios seguros y también pensar bien en los contenidos. La sociedad limeña aún está en shock. Lo ligero está bien, pero hay que pensar que lo que uno dice va a tener un impacto en un ser humano que está hipersensible. El arte tiene una misión muy grande ahora, quizá mucho más que hace un par de años. La persona, al estar en shock, es como si estuviera deshumanizada, ha perdido un poco el rumbo de su vida, ha perdido seres queridos. El teatro tiene la posibilidad de acoger toda esta espiritualidad que está ahí rondando.