Redacción. EFE
Los escritores españoles Enrique Vila-Matas, Juan Antonio Masoliver Ródenas y el también editor y fundador de la Editorial Anagrama, Jorge Herralde. Asimismo, el mexicano Juan Villoro, rememoraron al escritor latinoamericano Augusto Monterroso, premio Príncipe de Asturias y un “clásico” de las letras en lengua española, con motivo del centenario de su nacimiento.
Augusto Monterroso Bonilla (Tegucigalpa, 1921-México, 2003), que se nacionalizó guatemalteco al llegar a la mayoría de edad y era conocido como Tito, comenzó a interesarse “por la literatura a través de autores latinos y de clásicos españoles con fabulistas que aprendí incluso de memoria”, como confesó a EFE Monterroso en 1991.
Tal y como señaló el editor Jorge Herralde, Monterroso “es autor de una obra escasa y destiladísima” que, sin embargo, se volvió muy conocido gracias al micro-cuento “El dinosaurio”.
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, dice la pieza en la que el escritor va directo al final de la historia, con una apuesta a lo esencial, digna de un minimalista.
Este micro-cuento está considerado “como la gran obra breve de Monterroso”, tal y como afirmó Juan Antonio Masoliver, y “es el cuento de una sola línea más perfecto que existe según Calvino. Y yo también pienso lo mismo”, agregó el escritor Enrique Vila-Matas, quien conoció a Monterroso “en la presentación de un libro de Pitol en Barcelona, sin saber que era el autor del ‘dinosaurio’”.
Se ha teorizado mucho sobre los posibles mensajes o significados que se esconden tras el micro-cuento. Pero lo cierto es que el origen del cuento de “El dinosaurio” es más sencillo de lo que parece.
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Juan Antonio Masoliver, que conoció a Monterroso en Londres mientras él “estaba en la King’s College” y del que se hizo íntimo amigo, reveló que “el micro-cuento es una realidad ya que el ‘dinosaurio’ era (estaba inspirado) un amigo de Monterroso muy corpulento que se solía quedar medio dormido en los lugares”.
Según Vila-Matas, el estilo de Monterroso consistía en “la brevedad, en la concisión y sobre todo en la corrección”. “Por ejemplo, la frase famosa de Julio César ‘Vine, vi, vencí’ para Monterroso en realidad debería haberse limitado en decir ‘Vencí’. Pero el ritmo literario exigía el ‘Vine’ y el ‘Vi’, pero no más allá de esas tres palabras”, señaló.
Juan Villoro fue alumno de Monterroso en un taller de escritura. Muchos años después, en 2014, contó a EFE una anécdota que ilustra la manera del escritor de ver la literatura.
“Cada vez que un alumno presuntuoso decía ‘acabo de terminar una novela de 300 páginas’, Monterroso le respondía, ah, te estás entrenando para escribir un cuento”.
Dúo. Gabriel García Márquez y Augusto Monterroso. Foto: difusión
Según quienes fueron a sus clases, Monterroso fue un maestro duro, convencido de que la mayoría llegaba mal preparada y lo ignoraba. “Todos estamos mal preparados, lo importante es saberlo”, aseguró en una entrevista a Graciela Carminatti.
A veces escribía un cuento en un año o más tiempo, pero creaba joyas como las del libro La oveja negra y demás fábulas, que provocó una reacción de asombro en García Márquez, quien afirmó que el libro debía leerse con las manos arriba porque su peligrosidad se fundaba en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad.