Una pregunta tan antigua como la propia literatura es si ya todo está escrito. Para el periodista y escritor Juan Pablo Torres Muñiz ningún tipo de relato es acabado ni agotado, ya que cada persona tiene una perspectiva distinta. Lo que sí no es fácil, apunta, es encontrar nuevas formas de narrar y que este ejercicio venga de la mano con una honestidad al momento de exponer un tema.
Precisamente, esta propuesta es la que se plantea en el libro Palabra a cuestas, la última publicación de Torres Muñiz con la editorial Caja Negra. El escritor coge fábulas y mitos conocidos, como la caperucita roja y el lobo feroz, para contextualizarlos con situaciones que podríamos vivir actualmente, buscando que el lector se cuestione qué posición tomaría en las decisiones que se plantean.
En el libro se abordan temas como el enamoramiento en la adolescencia, el acoso y la migración, pero sin ejercer juicios de valor sobre los personajes que protagonizan las historias, sino más bien promoviendo que al finalizar la lectura uno pueda tomarse su tiempo para reflexionar sobre lo leído. La forma de escritura, ágil, cuidada y sin caer en lo barroco, ayuda a identificar el objetivo del relato.
Conversamos con el autor sobre su libro para que nos cuente un poco más sobre la importancia de no pensar en las fábulas o mitos como un género menor, sino más bien el replantearlas para abordar problemáticas inacabables. Así también en cómo percibe desde su visión de escritor la pandemia y si este es un nuevo tópico que se abre para la literatura.
¿Cuál es el objetivo de replantear las fábulas y mitos con temas actuales como ocurre en tu libro?
Es por honrar una tradición que creo conviene rescatar. El texto comprende cuatro especies compositivas diferentes: una fábula, un cuento clásico, un compendio de mitos y una crónica. La intención es revisar una tradición literaria para poder, lejos de toda pretensión, ver qué tan originales podemos jugar a ser.
¿Y cómo fue el proceso de creación para la escritura de los relatos?
Fue producto de una serie de estudios de antropología y fue esto lo que me llevó a la revisión de estos textos y a partir del concepto mismo de la reescritura. Me parece que se subestima esta tradición (fábulas y mitos) y curiosamente en un ámbito en el que todos tratan o de ser muy complaciente o de pretender ser provocadores, resulta que tenemos pasta suficiente para revolvernos los sesos en cuentos clasiquísimos.
De hecho, esta reescritura no constituye para nadie en particular un trabajo de enorme sofisticación. La adaptación de la primera fábula del cuento de la caperucita roja apenas requiere una actualización, de manera que creo que, si algo he aportado, de manera más esmerada, es la cuestión de estilo, para reflejar de una manera visual más viva las mismas historias procurando ser fiel a su espíritu, al sentido que tienen.
¿Existe un objetivo con la propuesta que tienes en Palabra a cuestas?
La idea fue abrevar de cuentos clásicos, fábulas que me llamaron la atención y tradiciones y mitos importantísimos que da la impresión que actualmente estuvieran completamente dejados de lado, cuando la mayoría de películas y nuevos libros lo único que hacen es remasterizar versiones de una y otra vez lo mismo.
También está el hecho de permitirnos ver un cuento fundamental de elementos escasos, en comparación con otros, pero desde varias perspectivas. En otras palabras: si la narración es sencilla, entonces abordarla desde todos lados. Qué sencillo es calificar al lobo de criatura maligna, cuando en el fondo el lobo solo puede ser lobo y eso es algo que procuré lograr en el desarrollo del personaje. El lobo no tiene una intención en particular de causar daño, pero el problema está en que, desde nuestra perspectiva del mundo, no podemos sino cuidarnos de este tipo de criaturas.
Quizá es un poco difícil de ubicarla, pero ¿existe alguna línea conductual que relacionen los relatos que aparecen en el libro?
La idea es que cada uno de los cuentos cuestione al lector obligándolo a dudar respecto de la facilidad sobre la toma de posición y ese sí es el patrón de los cuatro relatos. Además, demostrar que los relatos, cuentos clásicos y fábulas, no están para darnos respuestas, están para cuestionarnos sobre asuntos que no han sido resueltos y probablemente no sean resueltos nunca, porque cada situación y circunstancia requiere una actitud, disposición y competencia diferentes.
De ahí viene “Palabra a cuestas”, el título del libro: ¿estás dispuesto a hacerte cargo de lo que vas a decir, vas a asumir una posición y echarte la palabra en la espalda? Los cuatro relatos en general tocan un asunto delicado que es la toma de decisiones. En todos he intentado enfrentar al lector a sujetos lo más reales posibles en plena encrucijada, como para preguntarle tú qué harías, o qué tan sencillo te resulta apoyar a tal sujeto o desdeñar la posición de otro.
Por último, hay una sucesión más o menos lógica. En el primer relato se abordan las relaciones afectivas de la primera escala, de par a par, adolescente con adolescente. En el segundo relato estamos viendo al adolescente con el adulto, pero también con las relaciones en la propia comunidad y la familia. En el tercero cómo se resuelve la vida de la comunidad entre sus autoridades; y en el último está el de los inmigrantes, es decir el hombre con el mundo de afuera.
Palabra a cuestas
Vayamos un poco a tu labor de escritor, ¿Cómo afrontas la pandemia que vivimos, la consideras un nuevo tópico de escritura?
Yo veo más bien lo que ha ocurrido como una oportunidad para dos cosas: una para escribir sobre cosas pasadas, no sobre la pandemia; y la segunda, como una oportunidad para observar la pandemia y tomar nota de lo que está pasando.
Que alguien saque una publicación ahorita contando cómo vive el aislamiento social me parece prematuro y no garantizo que vaya a salir mal; puede existir una Svetlana Aleksiévich o un V. S. Naipaul que toman sus notas en tiempo real y que todos agradeceríamos leer; pero cuántos de esos hay en el mundo.
Para que una experiencia se constituya como tal, uno necesita articularla y por ende necesita haber reflexionado y esto requiere de tiempo. A mí en lo personal me ha venido bien porque he podido escribir sobre otras cosas, porque me he visto aislado y aunque tenga una carga de trabajo terrible, el silencio se acentuó y eso me ha permitido reflexionar un poco más sobre temas pasados y sí tomar notas de lo que estoy viendo en tiempo real, pero esas notas no las uso para escribir ahora.
Pero sí se acomoda para otras formas literarias y periodísticas como la crónica
Las crónicas me parecen un texto ideal para abordar esta situación. De hecho, yo llevé durante un tiempo un blog que se llamó Crónicas desde el aislamiento, en el que yo advierto claramente que no pretendo hacer algo pomposo ni juicios de valor, sino las notas de mi observación cercana y las compartía no para decir “miren cómo yo veo”, sino que este es lo que yo alcanzo a ver y a raíz de eso conversarlo, discutirlo y contrastarlo.
Para terminar, ¿a qué apuntas que se llevé el lector al finalizar Palabra a Cuestas?
Ganas de leer más clásicos. El ofrecerles una reescritura es también hacer un tributo, como dije al inicio. Yo sé que hay mucha gente que dice que lean a los nuevos (escritores) y eso es importante, pero también junto a los clásicos. Las obras de arte en general generan oportunidades de cuestionarse, entonces la mayor variedad posible de alternativas para cuestionarse te dan mayor variedad posible de formas para pensar.
Con el libro me gustaría ofrecer una buena sesión de cuestiones para mi lector, dejarlo un rato pensando y cuestionándose; y luego con ganas de buscar más, sea entre lo nuevo y lo clásico, pero sin dejarse llevar tan fácilmente por la complacencia y la novedad.