Rescate. El periodista Omar Zevallos rastrea facetas no muy difundidas del autor norteamericano, hechos que vienen a sumarse a la biografía y leyenda del autor de Adiós a las armas.,Fernando Carrasco Para nadie es un secreto que la vida de Ernest Hemingway transcurrió como una fiesta. Amante de la literatura, la pesca, la caza, la tauromaquia, el autor de Adiós a las armas llevó una existencia colmada de aventuras y sobresaltos, donde la vida bohemia y los romances ocuparon también un lugar de relieve. Mucho se ha escrito al respecto y pareciera que ya todo lo relacionado al escritor norteamericano ha sido contado. No obstante, el libro Hemingway desconocido (Debate, 2019) del dibujante y periodista Omar Zevallos (Arequipa, 1958) parece afirmar lo contrario. Este nuevo libro de Zevallos presenta cuatro crónicas sobre escenas poco conocidas de la vida del escritor estadounidense, las cuales vienen acompañadas de algunas fotografías. Omar Zevallos demuestra en cada crónica haber viajado a distintos escenarios, haber entrevistado a mucha gente y haber hurgado también en un sinnúmero de libros y todo tipo de documentos que le han permitido a lo largo de varios años recabar importante información sobre algunos detalles de la vida del autor de Por quién doblan las campanas. PUEDES VER El realismo trágico de la corrupción En la primera crónica titulada “Hemingway en el Perú” se relatan algunos pormenores acaecidos en esos treinta y seis días que duró la permanencia de Hemingway en territorio peruano. Aquel año 1956, el escritor norteamericano llegó a nuestro país acompañado de su esposa Mary Welsh y de amigos muy íntimos como el cubano Eliseo Argüelles y del capitán de su bote, Gregorio Fuentes. También llegó un equipo de la Warner Bros para filmar algunas escenas de la película El viejo y el mar. La crónica retrata las argucias de tres periodistas que viajaron desde Lima a Piura para informar sobre la permanencia de Hemingway en Cabo Blanco. Se cuenta que el último día de su visita los periodistas le regalaron al escritor una botella de pisco en cuya etiqueta habían apuntado: “Mientras lloren las uvas, yo beberé sus lágrimas”. Cuenta Zevallos que el viejo Hemingway les recibió la botella y luego de leer la frase, esbozó una sonrisa y les dijo: “Yo beberé estas lágrimas y después guardaré la botella”. La segunda crónica titulada “El fantasma de Hemingway” nos introduce en Finca Vigía, la residencia de Hemingway en Cuba y nos relata una serie de historias que la gente del lugar refiere sobre las supuestas apariciones del escritor por los pasillos y rincones de su vivienda. Zevallos cierra su crónica con este fragmento que da cuenta de su buena prosa: “Finca Vigía alberga en su interior no solo los objetos más queridos e íntimos del escritor, sino también la esencia de su alma y un fantasma que parece recorrer cada pasillo como un eterno guardián de sus inimaginables secretos” (p. 67). PUEDES VER Tatiana Mendoza exhibe muestra “Parte de un todo” “La amante cubana” es el nombre de la tercera crónica en la cual se relata retazos de la vida de Leopoldina Rodríguez, una bellísima prostituta cubana, de una cultura singular, con quien Hemingway sostuvo una larga e intensa relación amorosa que se mantuvo a lo largo de diez años. Al parecer, el escritor la conoció cuando Leopoldina radicaba en Europa. Juntos habrían tenido encuentros en Francia y España. Ya en Cuba, los amantes solían frecuentar el bar La Floridita. El libro incluye la única fotografía que se conserva de la pareja. Cierra el libro la crónica “La pasión imposible”. Aquí Zevallos resalta el papel que tuvo en la vida de Hemingway la famosa actriz alemana Marlene Dietrich. A ambos los unía una sincera amistad, una honda admiración mutua, y, sobre todo, cierta melancolía a causa de un deseo amoroso jamás consumado. Prueba de esto son las cartas que el escritor y la actriz compartían. En una de estas misivas Dietrich le escribe: “Creo que ha llegado el momento de decirte que pienso en ti constantemente. Leo tus cartas una y otra vez, y hablo de ti con algunos amigos. He cambiado de sitio tu fotografía, la he puesto en mi habitación y la miro con una creciente sensación de impotencia”. Sin duda, este libro de Omar Zevallos servirá para sumar nuevas páginas en las posteriores biografías del maestro.