El mundo desconocido de James Joyce

Rastros de vida. Apareció una nueva edición de la monumental biografía sobre James Joyce de Richard Ellmann.,Desde su salida en 1922, la magia del Ulises envuelve a la literatura mundial. Algunos dicen que se trata de un universo-libro que gira en torno al cosmos, atrapando con su embrujo a cuantos, iniciados, aprendices, prosélitos o críticos se acercan irremediablemente a él, como las polillas a la llama, para salir muchas veces con las alas quemadas. De ida, no hay literato que sea sincero: juran haberlo leído los que no lo hicieron, dicen haberlo entendido quienes sucumbieron entre sus brumas y acertijos; tal vez aciertan más quienes declaran meridianamente que el libro les pudo, intentaron descifrarlo, pero se perdieron. Por convicción o contagio todos aseguran que se trata de una obra maestra, la más importante en lengua inglesa del siglo XX y de gran influencia en grandes libros escritos en todas las lenguas cultas. Jorge Luis Borges decía que tenía muchos párrafos nada inferiores a los de Shakespeare. Su autor, James Joyce (Dublín, 1882-Zurich, 1941), dijo: “Los genios no cometen errores. Sus errores son siempre voluntarios y generan algún descubrimiento”. Sus paisanos irlandeses lo odiaban, le llamaban vividor, inmoral, escatológico, desnortado, y cuando las editoriales le devolvían sus libros, acurrucaba el manuscrito contra su pecho, lo besaba y lloraba como un niño hasta cansarse. Por eso emigró muy joven de Irlanda, pero Dublín siempre estuvo en él y en la trama más secreta de sus novelas. Quiso conquistar Londres, todavía capital del imperio, pero también le cerraron las puertas y fue en Estados Unidos donde consiguió el gran espaldarazo. PUEDES VER Conversatorio "Lima: ciudad transparente", se realizará en Barrios Altos Su propio hermano dudaba: “Considero poco menos que un milagro que hubiese alguien en mi familia dedicado al culto de la poesía o preocupado por mantenerse con las corrientes del pensamiento europeo, viviendo en una casa como la nuestra, hundida en la miseria de una generación de borrachos. No sé qué fuego interior pudo transfigurarlo”, escribió Stanislaus Joyce. Miedoso a los rayos, a los perros y a los vozarrones impertinentes, odiaba a los curas que de niño le daban palmetazos por decir groserías y al pánico de sentirse desairado, de la miseria familiar que soñaba con aires trasnochados su ascendencia de heráldica grandeza y los 15 embarazos de su adolorida madre, nos cuenta Richard Ellmann en su monumental biografía James Joyce (Barcelona, Anagrama, 2018, 1174 pp.), pero también nos enteramos de su temprana sífilis, de su perniciosa ceguera, de su pobreza apenas paliada con poemas románticos vendidos a revistas, de su errática vida por diferentes ciudades europeas, del temor de que su hija Cecilia, encajonada en una esquizofrenia, se volviera definitivamente loca. Pero, aparte de las peripecias personales y familiares, hay algo fundamental: paralelos a su desarrollo vital, Ellmann nos va contando la gestación, evolución y tránsito de sus libros por ese mundo esquivo. De pronto, en 1907, le nació la idea de Ulises para emular a Homero y a Dante, en un recorrido de 3 protagonistas en las 24 horas de un solo día y cómo cada personaje era copiado de la realidad: la cara de un amigo, los ojos de otro, la voz y orejas de un tercero, las bondades de tal, los defectos de cual, las inquietudes de uno y las maldades de otro. Todos existentes en la vida real; gran parte de ellos plenamente identificados por Ellmann, así como rincón tras rincón de toda su amada Dublín. El más del millar de páginas de la obra están narradas con prosa exquisita, totalmente contrapuesta a las grandes dificultades del Ulises.