
Un estudio analizó más de 1.000 sitios arqueológicos y 53.000 viviendas antiguas para rastrear los orígenes de la desigualdad económica. Los investigadores, parte del Proyecto GINI, concluyen que estas diferencias comenzaron hace unos 10.000 años, con base en el tamaño de las viviendas como indicador. Publicado en la revista PNAS, el estudio cuestiona la creencia tradicional de que la vida sedentaria impulsó rápidamente la acumulación de riqueza y la formación de clases sociales jerarquizadas.
Utilizando el coeficiente de Gini histórico como herramienta de medición, los investigadores detectaron que la desigualdad en la antigüedad emergió mucho después de la llamada revolución neolítica. Ciudades antiguas como Çatalhöyük o El Palmillo muestran que la transición agrícola e inequidad no fueron procesos simultáneos, lo que reconfigura nuestra comprensión de la historia económica antigua.
El proyecto GINI investiga la dinámica de la desigualdad entre poblaciones a largo plazo mediante datos arqueológicos sobre vivienda. Foto: Pablo Cruz
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Durante siglos, filósofos como Jean-Jacques Rousseau y académicos modernos asumieron que la propiedad privada nacía con la agricultura. Sin embargo, los nuevos datos sugieren que las sociedades igualitarias prehistóricas persistieron durante generaciones tras abandonar la caza y la recolección. Según Dan Lawrence, de la Universidad de Durham, el desfase entre agricultura y desigualdad puede abarcar más de 100 generaciones.
Ubicaciones y fechas promedio de los sitios en la base de datos del Proyecto GINI. Foto: GINI
Uno de los hallazgos clave del Proyecto GINI es que las primeras comunidades agrícolas mantuvieron una fuerte estructura igualitaria. La brecha entre ricos y pobres comenzó a marcarse mucho tiempo después, a menudo relacionada con factores como el aumento demográfico, la competencia por la tierra y la evolución institucional. Así, la desigualdad después de la agricultura se presenta como un fenómeno progresivo, no inmediato.
Ante la falta de registros económicos de sociedades antiguas, los arqueólogos usaron el tamaño y la distribución de las viviendas como indicadores indirectos de riqueza. Según Gary Feinman, del Museo Field de Chicago, “el tamaño de las casas es un reflejo confiable del nivel de desigualdad económica”. Casas más grandes, con muros más gruesos y elementos elaborados, suelen indicar mayores recursos y estatus.
El equipo analizó restos arquitectónicos de ciudades antiguas y desigualdad en regiones como Oriente Medio, Anatolia, Japón, Europa del Este y Mesoamérica. A través de esta metodología, se identificaron sociedades con marcada estratificación y otras sorprendentemente equitativas. Esta evidencia proporciona una nueva visión sobre la arqueología y desigualdad en la evolución de las civilizaciones humanas.
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La investigación destaca varios elementos que influyen en la evolución de la desigualdad. Uno de ellos es la duración del asentamiento: las diferencias económicas tienden a ampliarse en ciudades con mayor longevidad. Otro factor es el conflicto bélico. En asentamientos amurallados, que sugieren contextos violentos, se registran niveles de desigualdad mayores, especialmente si el poder se concentraba en líderes no colectivos.
Además, los científicos apuntan a un factor cultural de gran peso: la persistencia de normas igualitarias de las sociedades cazadoras-recolectoras. Estas costumbres habrían actuado como mecanismos de nivelación social durante siglos, retardando el surgimiento de las clases sociales antiguas. Este enfoque desde la antropología económica permite entender mejor los condicionantes históricos del acceso desigual a los recursos.
Uno de los resultados más llamativos del estudio es la diferencia abismal entre algunas civilizaciones. Por ejemplo, Pompeya, ciudad del Imperio Romano, registra un coeficiente de Gini histórico de 0,61, lo que indica una gran concentración de riqueza. La Britania romana presenta cifras similares, reforzando la imagen de una sociedad fuertemente jerarquizada.
En contraste, Mohenjo-Daro, con aproximadamente 35.000 habitantes hace unos 5.000 años, muestra un índice de Gini de apenas 0,22. Lo mismo sucede en las ciudades de la cultura Tripilia, ubicadas en la actual Ucrania. Estos datos sugieren que las civilizaciones antiguas y clases sociales no evolucionaron de forma uniforme: algunas optaron por modelos colectivos más igualitarios, mientras que otras consolidaron estructuras profundamente desiguales.

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