Existen al menos seis tipos de coronavirus que afectan a los seres humanos, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunos de estos virus provocan el resfrío común y otros, afecciones más graves como el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo) y el MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio).
En el caso del COVID-19 ─que ya ha infectado a 8.391.551 personas y cobrado la vida de otras 450.137─ se conoce algunos de sus síntomas. No obstante, todavía quedan muchas dudas con respecto a qué es lo que le provoca a nuestro organismo.
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El nuevo coronavirus apareció por primera vez en la provincia de Hubei, en China, a final de 2019. Los expertos señalan que el contagio se produce cuando una persona infectada expulsa pequeñas gotas de saliva a través de la tos, el estornudo o el habla y hay un receptor que lo aspira.
Otra forma de infectarse puede darse al entrar en contacto con una superficie contaminada con el COVID-19.
El COVID-19 se contagia a través del partículas que soltamos al estornudar, toser o hablar.
El nuevo coronavirus ingresa al cuerpo a través de la nariz, la boca o los ojos. Una vez que está dentro del organismo, “se sujeta a las células de la mucosa del fondo de la nariz y la garganta”, explica a la BBC William Schaffner, profesor de medicina preventiva y enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad Vanderbilt, en Estados Unidos.
Virus del coronavirus. Foto: El País.
El virus del COVID-19 posee proteínas en forma de lanza que sobresalen de su superficie. Con ellas pueden penetrar la membrana de las células humanas e infectarlas. Una vez que entra en contacto con ellas, inicia el proceso de contaminación.
El virus se apodera de la célula sana e introduce su ARN para ordenar fabricar más proteínas virales. Uno solo de ellos puede crear entre 10 000 y 100 000 réplicas en menos de 24 horas, según Isabel Sola, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología de España (citada por El País).
El virus del COVID-19 posee proteínas que sobresalen y le permiten acoplarse a la célula humana. Foto: BBC.
Después de esto, las réplicas salen al exterior para infectar a otras células y matan a la primera. Comienzan así el mismo proceso de contaminación.
Para entonces, el cuerpo humano ya se “dio cuenta” de que el COVID-19 está allí y produce una “respuesta inflamatoria para tratar de combatirlo”, señala Schaffner. Por ello empiezan los primeros síntomas como dolor de garganta y, posiblemente, congestión nasal.
COVID-19 entrando a la célula humana. Foto: BBC.
Una vez dentro de la célula humana, el coronavirus se replica hasta 100 000 veces. Foto: BBC.
Los virus comienzan a infectar a las células vecinas y viajan hacia los conductos bronquiales produciendo una inflamación. En esta etapa, el paciente presenta irritación y otros síntomas como tos y fiebre ─por respuesta inmunitaria del cuerpo en su intento de “pelear” contra la enfermedad─.
Un 80 % de los infectados por COVID-19 presentan estos indicios, de acuerdo con la OMS, que los clasifica como leves. No obstante, el caso puede agravarse cuando el virus viaja de los conductos a los pulmones y produce una inflamación (neumonía).
La nuevas "hijas" matan a la célula humana y salen al exterior para infectar a otras.
"Si una porción suficiente de tejido pulmonar está afectada, al paciente le resultará más difícil respirar, porque no puede exhalar el 'aire malo' e inhalar el 'bueno'", detalla el especialista.
En esta etapa de la enfermedad es que el paciente puede necesitar de un respirador para ayudarse. Sin embargo, el único problema no solo es el virus, sino también el propio cuerpo. Kalpana Sabapathy, médica clínica y epidemióloga del equipo de salud global de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical en Londres, explica a la BBC que la respuesta inmunitaria del organismo a veces es contraproducente.
Pulmones con neumonía.
"Para evitar que la infección secuestre a nuestras células, nuestro cuerpo produce sustancias químicas que son bastante agresivas”, dice.
Es decir, existe una sobrerreacción de nuestro sistema, que ataca al lugar donde se aloja el virus. En consecuencia, mueren las células pulmonares.
Los pulmones se obstruyen con fluidos y con los restos de las células moribundas, por lo que la respiración se dificulta para el paciente infectado. Esta situación puede llevarlo a un cuadro de síndrome de dificultad respiratorio aguda y hasta la muerte.
“Lo llamamos daño colateral. Es lo que puede ocurrir cuando la respuesta inflamatoria es tan vigorosa que se suma al problema de la neumonía (...)”, afirma Sabapathy.