Postales parisienses El poeta peruano César Vallejo reside en París desde hace dos años. Se le atribuye haber iniciado el dadaísmo en América a consecuencia de los raros fundamentos estéticos de su primer libro Los heraldos negros, publicado en Lima a principios de 1918. Vallejo sonríe de esta imputación, y declara que él no sabría, en verdad, cuál es su estética. Él canta, sencillamente, sin haber pretendido nunca hacer de la poesía una cosa profesional. He tenido compañeros y amigos peruanos; son inteligentes, cultos, reservados. González Gamarra, el dibujante, escritor y músico hizo nacer en mí una gran simpatía y una enorme curiosidad hacia el Perú. Cuando conocí a César Vallejo me propuse obtener de él una opinión acerca de la juventud literaria de su país. César Vallejo cree que el más grande escritor que ha tenido el Perú de todos los tiempos es Manuel González Prada, que ha impreso huellas imperecederas en las nuevas generaciones, tanto en literatura como en cuestiones sociales. Luego sigue Francisco García Calderón. Otra cosa fue Ricardo Palma, otra cosa más ligera, más sutil aunque menos grande. Se destacan Clemente Palma, hijo del tradicionista, Abraham Valdelomar, Manuel Beingolea, Ventura García Calderón, José Eulogio Garrido, Augusto Aguirre Morales, como cuentistas. Surgen los ensayistas estupendos: Antenor Orrego, que es ya el maestro de la nueva generación, y Federico More. Después de ellos Héctor Velarde, que acaba de revelarse magníficamente, Miguel Urquieta, José Carlos Mariátegui, Federico Esquerre. Dos panfletarios van triunfando: Alberto Hidalgo y Luis Velasco y Aragón. César Falcón, actualmente corresponsal de El Sol de Madrid en Londres, es un periodista magistral cuya figuración se ha impuesto ya en castellano. En el Perú nunca ha habido críticos literarios, al entender de César Vallejo. Solamente ahora los hay sustantivos: Ventura García Calderón, de nombre continental y Luis Alberto Sánchez, que acaba de erguirse con gran fuerza. En su concepto, los poetas peruanos más grandes son José María Eguren, Percy Gibson, Alcides Spelucín, Ernesto More, César Rodríguez, Luis Berninsone. A José Santos Chocano se le empieza a discutir y a negar por respectos, a su parecer, muy vulnerables. En general los escritores mozos están en íntimo contacto con las corrientes novísimas pero no siguen ninguna escuela. De igual manera que las otras juventudes del continente, la del Perú quiere ser profundamente americana y más profundamente humana, pero no sectaria y amiga de modas. César Vallejo cree que entre los más jóvenes van a aparecer escritores y poetas de mayor originalidad aún. Ahí están Pablo Abril de Vivero, Francisco Sandoval, Juan Espejo, Óscar Imaña, Alberto Guillén, Juan Lora, Magda Portal, Federico Bolaños, Carlos Ríos Pagaza, Ricardo Vegas García, Raúl Porras Barrenechea y otros. La novela está recién naciendo. Se levantan notables novelistas tales como José Félix de la Puente y Angélica Palma. Al lado de Ventura García Calderón, cronista, vale una cifra de gran monto, Gastón Roger. El teatro peruano tuvo un gran precursor, Ascensio Segura, y un continuador feliz en Leonidas Yerovi, muerto desgraciadamente muy muchacho. Hoy hay mucho entusiasmo por el desarrollo de la escena nacional y se yerguen autores de óptimas promesas: Ladislao Meza, Luis Góngora, Julio Hernández, Felipe Rotalde, Clodo Aldo, el más joven y de enormes posibilidades artísticas. César Vallejo está en vísperas de publicar algunos libros inéditos. Aunque se le ataca tanto y se llega a creerle loco, tengo profunda fe en su obra. Él vive satisfecho y seguro de su labor, sin miedo por los zoilos y gramáticos de sacristía. Logré que me proporcionase los versos de sus amigos del Perú, y, con dificultad, pude aun conseguir algunas composiciones suyas. Allá van estas primicias, y firmo, aunque a la postre, yo no he dicho nada. Armando R. Maribona París, 1925.