La reconocida arqueóloga acaba de ser distinguida con el Premio Concytec 2005 de Reconocimiento a la Trayectoria Científica y Tecnológica. Ha llevado adelante el Proyecto Caral, la ciudad más antigua de América. Aquí un acercamiento a su vida y a sus ideas. La arqueóloga Ruth Shady está invitada este año a dictar una conferencia magistral en el Congreso Americanista en Sevilla. Haga click en la imagen para ver ubicación de Caral. Perfil NACIMIENTO. Callao, 1946. Estudió arqueología y antropología en la Universidad Mayor de San Marcos. TRAYECTORIA. Fundadora y directora del Proyecto Arqueológico Caral. Decana del Colegio de Arqueólogos del Perú, directora del Museo Nacional de Arqueología y Antropología del Perú y del Museo de Arqueología y Antropología de la U. de San Marcos. GALARDONADA • La reconocida arqueóloga acaba de ser distinguida con el Premio Concytec 2005. • Aquí un acercamiento a su vida y a sus ideas. Por Pedro Escribano. Foto: Óscar Farje. “Si los funcionarios de Concytec fueran arqueólogos, no me hubieran dado ningún premio”, afirma Ruth Shady Solís. Con el filo de esta frase, la reconocida arqueóloga insinúa las dificultades y no pocas mezquindades que ha recibido, incluso de colegas, por llevar adelante el Proyecto Caral, la ciudad más antigua de América. Su fe y esfuerzo han logrado que el Proyecto Caral no solo tenga reconocimiento, sino que se haya convertido en una referencia para una nueva comprensión de la civilización tanto en América como en el resto del mundo. La estudiosa acaba de ser distinguida, junto al biólogo trujillano Abundio Sagástegui, con el Premio Concytec 2005 de Reconocimiento a la Trayectoria Científica y Tecnológica. No cabe duda que este premio, entre tantas piedras, le resulta una flor en el camino. El camino de Ruth Shady hacia la arqueología se inicia en sus años de infancia. Recuerda que su padre Gerardo Hirsh –un inmigrante checo que para huir de la guerra tuvo que cambiarse su nombre, a Heinz Shady–, siempre le narraba historias del pasado peruano. “Mi padre –recuerda la arqueóloga– llegó a la edad de 20 años huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Se quedó asombrado de la cultura peruana y tanto era su amor por el Perú que a nosotros, sus hijos, nos compraba libros sobre la historia del pasado peruano. En mi cumpleaños, era su regalo obligado”. Ese amor por el Perú antiguo fue desarrollándose. “En el colegio Juana Alarco formé parte del Club de Museo. Yo andaba feliz entre los huacos, confiesa la arquéologa. Su vocación ya estaba defini- da, por eso, incluso contra la opinión de su madre -Rosa Solís Pita-, decidió estudiar arqueología en la Universidad de San Marcos. Sin más, se ofreció como voluntaria para realizar excavaciones en la Huaca de San Marcos. No tuvo reparos de hundir las manos en la tierra. Pero no le fue fácil, como mujer dedicada al menester de la arqueología, encontró mucha resistencia, pero ella, treja, no se amilanó. Su amor al pasado peruano estaba marcado. Como arqueóloga, Ruth Shady ha recorrido sola muchas regiones inhóspitas del Perú. Lo hizo a pie o a caballo. Por ejemplo, apenas egresó de San Marcos realizó investigaciones en el norte del Perú, en Chota, Bagua y otros pueblos aledaños, en donde, con la compañía de un lugareño, cabalgaba días y noches las jalcas andinas. Los resultados de sus investigaciones en el Proyecto Caral coronan ese amor y ese esfuerzo de siempre por la arqueología. –Usted ha sido compañera del gran lingüista Alfredo Torero. ¿La ayudó mucho? –A Alfredo lo admiré bastante. Compartimos numerosas reuniones de intercambio de nuestros resultados profesionales. Creo que fue el mejor especialista en lenguas andinas en nuestro país y en el mundo. Yo enriquecí mucho. Y creo que él también. Fue una relación que la recuerdo con mucha gratitud. –¿La arqueología es ruda, nunca se desanimó? –No. La forma como fui criada me hizo ver que tanto hombres y mujeres son iguales. Nunca pensé que por cuestión de género iba a tener problemas. Y los tuve. –¿Tampoco se dan recursos? –Es verdad. Me mortificaba y me daba mucha cólera que no se comprendiera la importancia del trabajo arqueológico en nuestro país. No se comprende que la arqueología tiene que trabajar con aspectos que están pendientes de solución en este país y que constituyen problemas como la identidad nacional, la autoestima, la unidad o cohesión, y esto debe lograrse a través del patrimonio arqueológico. Lecciones del pasado –¿La arqueología puede brindarnos lecciones para solucionar problemas del presente? –Por supuesto. Nosotros somos parte de un proceso, de un continuo, y la arqueología trabaja con periodos largo, entonces nos permite evaluar cuáles fueron nuestros aciertos y cuáles nuestras limitaciones. Y lo que ha sido acierto debe capitalizarse como autoestima social que carecemos. –O sea, ¿el patrimonio arqueológico como símbolo? –Así es, que nos permita la unidad y cohesión que no tenemos. Los peruanos somos muy personalistas, muy individualistas, estamos siempre queriendo beneficios individuales, no pensamos en compartir. Esa lección nos viene del pasado y debe darse en las escuelas y universidades. Estos símbolos arqueológicos como Caral nos hacen ver no como personas sino como sociedad. Debe ser nuestro orgullo. –¿Muchos ven lo arqueológico solo como resto del pasado? –No solo eso. Lo más dramático es que muchos peruanos miran el patrimonio arqueológico como obra de extraterrestres y los gentiles. Un campesino de Caral me dijo que esta ciudad no puede haber sido hecho por nuestros antepasados, “porque nosotros no tenemos capacidad para hacer obras de esta magnitud”. Igual dicen los nasqueños de las líneas de Nasca. Recuerdo un texto de César Germaná;; preguntaba: ¿Si es Bayer es bueno, y si es peruano, no? ¿Manzana de la discordia? –En el proyecto Caral tuvo mucha resistencia. –Y no solo por razón de género, por ser mujer, también por la competencia de los colegas, que ha sido muy desleal. Cuando planteé mostrar por primera vez que después de dos meses de excavaciones no había encontrado cerámica en Caral y que estaba ante un hecho significativo para la historia del Perú, me tomaron el pelo, me dijeron que no era un sitio precerámico, sino más acérámico, que se había rezagado en el tiempo. Me mandaban indirectas. Y cuando dije que Caral era un asunto de civilización, un arqueólogo en El Comercio señaló que estaba equivocada y minimizaba el trabajo. Eso ha sido siempre. Más eco hemos tenido en los colegas de afuera. El arquitecto Wily Ludeña me contaba que en Alemania le dijeron: “Felicitaciones por Caral, porque cambia la historia de la urbanística del mundo”. No sé si los arqueólogos de acá dirían lo mismo. Si no lo dicen será por falta de hidalguía, de orgullo o de autoestima nacional o por mezquindades. Caral y San Marcos –¿El proyecto Caral la enfrentó a San Marcos? –No es San Marcos. Yo amo a mi universidad y trabajo en ella. Mis colegas han estado conmigo en la premiación de Concytec y la escuela anunció mi premio en un aviso con alegría. Es el rector Manuel Burga quien me hizo problemas sin causa y justificación alguna. –¿Quería anexar el proyecto Caral a San Marcos? –No sé. Habría que preguntarle por qué su actitud conmigo. No lo entiendo. Yo interpreto que hay personas que desdeñan el trabajo de la arqueología porque creen que el Perú se inicia con la llegada de los españoles y que todo lo anterior es anécdótico, es para museos y que no tiene significado en la vida actual. Otra señal de nuestra poca autoestima nacional. Una mujer sola contra los piratas -¿En qué quedó su denuncia sobre los dos arqueólogos que pirateaban investigaciones de Caral? -En nada. Yo denuncié, pero los señores Jonathan Hass y Winifred Creamer siguen visitando nuestro país. Publicaron los resultados de nuestras investigaciones como suyos y con los cuales solicitaban fondos a la National Geographic. Y ellos nunca han puesto un dólar en Caral. Nosotros nos quejamos, los denunciamos y la Cancillería y el Colegio de Arqueólogos nos apoyó, de modo que la institución en donde trabajaban estos señores envió una comisión para entrevistarse con el director del INC. De esa conversación no sabemos. Al parecer, no pasó nada. Y lo que molesta también es que universidades como la Villarreal y Cayetano Heredia los seguían auspiciando. -¿El INC no los descalificó por piratas intelectuales? -No. Los señores pueden seguir haciendo “investigaciones”. Yo creo que Lumbreras se ha sentido débil para decir a estos señores ¡alto!, ustedes han cometido estas faltas graves y mientras no se esclarezca no tienen permiso. Así lo hizo el Colegio de Arqueólogos. En el INC no pasó nada.