Umbral, autodidacta y polémico,Umbral, autodidacta y polémico, Muere escritor y paradigma de columnistas españoles. Su afilada prosa se convirtió en un verdadero látigo contra los entuertos públicos o privados. Muere escritor y paradigma de columnistas españoles. Su afilada prosa se convirtió en un verdadero látigo contra los entuertos públicos o privados. Carlos Villanes Cairo. Madrid. Especial para La República. Urticante. Paco Umbral: no callarse le costó odios y enemistades. Lúcido hasta casi el último momento, cuando intentaba dictar su columna "Los placeres y los días" a su esposa, María España, la vida de Francisco Umbral se apagó por un paro cardiorrespiratorio, a las 2 de la madrugada de ayer en la Clínica Montepríncipe de Boadilla del Monte en Madrid. Sus restos han sido velados en la misma clínica y serán incinerados hoy a las 9.30 de la mañana en el Cementerio de La Almudena en una ceremonia civil, por expreso deseo, después de haber sido visitados por las más altas personalidades de cultura, la política y la sociedad española. Autor de más de ochenta libros, entre novelas testimoniales y de ensayo, publicaba desde hace casi 20 años una columna diaria, primero en El País y luego en El Mundo, convirtiéndose en un auténtico maestro y paradigma de los columnistas españoles. Lo conocimos personalmente en 1988 cuando junto con el novelista José Luis Olaizola y el narrador peruano Carlos Eduardo Zavaleta, por entonces agregado cultural en Londres, presentaron nuestro libro Destino: la plaza roja, que acababa de ganar el Premio Gran Angular de Novela en Madrid. Un año después volvió a presentarnos otro volumen: César Vallejo para niños, galardonado con el Mirlo Blanco en la Feria del Libro de Bolonia. Autodidacta Francisco Pérez Martínez era su nombre completo. Nació el 11 de mayo de 1935 en Madrid, pero siendo casi un niño de pecho fue llevado a Valladolid donde permaneció hasta su adolescencia. Cuando cumplió 10 años fue matriculado en un colegio, y meses después lo expulsaron y nunca más volvió a ser estudiante. Lector voraz y apasionado, pero muy atento, se hizo solo en la escuela de la vida. Su riguroso autodidactismo no le ha impedido convertirse en uno de los más grandes conocedores de la literatura española del siglo XX, que demostró en libros, centenares de conferencias y miles de artículos periodísticos. Muy tempranamente, en 1958, el gran novelista Miguel Delibes, que dirigía "El Norte de Castilla" en Valladolid, lo acogió como periodista. Dos años después, desembarcó en Madrid y se quedó para siempre. Casado con María España, tuvo un hijo que se le murió a los seis años de leucemia, y escribió uno de sus libros más brillantes y dolorosos: Mortal y rosa. Entonces asumió el seudónimo de Francisco Umbral para siempre. Los mundos de Umbral Francisco Umbral se fabricó un paradigma de niño terrible. Con un vozarrón impostado, adornaba la percha estilizada de su cuerpo de un metro 82 de estatura, casi siempre con saco azul marino, botones dorados, pantalón vaquero, camisa rosada y bufanda blanca. Pero, sobre todo, su pluma brillante y provocadora de metáforas deslumbrantes y originalísimas, de urticante sarcasmo y muchísimo valor y desparpajo, de puntilloso memorialismo, que jamás perdonó un entuerto público o privado, sí afectaba su ética de hombre progresista que nunca se arrimó a un partido político en su libérrimo buen hacer, le forjaron su leyenda, así como la de donjuán y de dandy, de iracundo y de soberbio. Sin embargo, en la intimidad del hogar, en su "dacha" y en la amistad, era terriblemente tímido, bondadoso con quienes empezaban, fiel amigo de sus amigos y látigo tenaz de sus adversarios. Nunca manejó ni una bicicleta, ni una computadora; escribía sobre una mesa portátil en su vieja máquina Olivetti, sentado en un sillón de mimbre y con su gata Loewe sobre sus piernas. Enfermizo desde niño, también con él se cebó la tuberculosis de la posguerra civil, los mordientes fríos madrileños y los despiadados veranos que le herían de muerte. Libros para recordar En sus inicios literarios, Umbral llegó a publicar entre novelas y ensayos, de tres a cinco libros cada año. Pero durante esta última década le editaban, religiosamente, solo un volumen, casi siempre para la Feria del Libro, en abril, y para reencontrarse con sus lectores en los jardines del Parque del Retiro. De su pluma salieron 88 libros, y algunos de ellos engrosarán para siempre el contexto de la España literaria. Nos referimos, especialmente, a Las ninfas (1975) Mortal y rosa (1975), La noche que llegué al Café Gijón (1977), A la sombra de las muchachas rojas (1981) Trilogía de Madrid (1984) y Un ser de lejanías (2001). Sus últimas novelas: Los metales nocturnos (2003) y Días felices en Argüelles (2005) delatan a un Umbral melancólico y sufriente, pero no por ello menos conmovedor y lúcido. Finalmente, en Amado siglo XX (2007), escrito cuando la enfermedad minaba sus días, hay un ejerció de retorno a cuanto su memoria y sus ojos felinos fueron testigos de la última media centuria que nos ha precedido. El dato PREMIOS. Como escritor ganó el Premio Cervantes (2OOO), el Príncipe de Asturias de la Letras (1996), el Nadal (1975) por su novela Las ninfas, el Premio de la Crítica de narrativa española (1991) por Leyenda del César Visionario y en Premio Nacional de la Letras (1997). Umbral era un maestro del idioma. Sin embargo, la Real Academia Española de la Lengua nunca le brindó un sillón entre los elegidos.