Revelan el curioso apodo que León XIV usaba cuando era obispo en el Perú: ''Hasta los obispos lo llamaban así"
Prevost, nacido en Chicago, ha dejado una huella significativa en Perú desde su llegada como misionero en 1985. Su estilo cercano y humano ha resonado en la comunidad, lo que lo ha convertido en una figura respetada y admirada.
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Alexander Lam, fraile agustino peruano, compartió detalles sobre el nuevo Papa, Robert Prevost, a quien en Perú se le conocía como 'el Santo del Norte'. El obispo destacó su profunda cercanía con el pueblo y su incansable labor social en las comunidades más necesitadas. Su humildad y compromiso lo convirtieron en una figura muy querida entre los fieles.
En menos de 48 horas desde su elección como Papa bajo el nombre de León XIV, emergen anécdotas sobre su vida y trabajo en Perú. Lam, quien ha compartido momentos con Prevost, destaca su dedicación a los más necesitados y su enfoque en la justicia social y la protección del medio ambiente.

Su trayectoria pastoral en Perú, especialmente en el norte del país, le ha valido un profundo respeto por su entrega al servicio y su sensibilidad social. Foto: Facebook
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Un apodo que refleja su carácter
El padre Lam menciona que incluso los obispos en Perú se referían a Prevost como "el Santo". Este apodo no solo refleja su carácter, sino también la conexión que estableció con la comunidad. "Era la persona que te encontraba en el camino", afirma Lam, resaltando su disposición para escuchar y ayudar a todos.
Un líder comprometido con su pueblo
Durante la visita del Papa Francisco a Perú en 2018, Prevost demostró su cercanía al acampar con sus fieles en la vigilia previa a la misa. Este gesto, aunque no institucional, habla de su compromiso genuino con la comunidad. "Quizás no sean grandes gestos institucionales, pero sí lo son en gestos humanos", señala Lam, quien enfatiza la importancia de la conexión personal en su labor pastoral.
La trayectoria de un misionero
Prevost comenzó su camino hacia el sacerdocio a los 18 años y se graduó en Matemáticas en la Universidad de Villanova en 1977. Su primera experiencia en Perú como misionero en 1985 marcó el inicio de una larga relación con el país. Tras un breve regreso a Chicago como párroco, asumió la dirección del seminario agustino en Trujillo, donde trabajó durante una década y consolidó su vínculo con la comunidad local.