Sociedad

El dolor de los padres que perdieron a hijos en la matanza de Juliaca

Recuerdo. Ayer se cumplió un mes del capítulo más doloroso de la historia de esta ciudad. 18 personas fallecieron en las protestas sociales contra el gobierno. Muchos de ellos jóvenes.

No cierra la herida. Padres llegaron con portaretratos de sus hijos que cayeron en las protestas sociales contra el gobierno de Boluarte. Foto: Kleber Sánchez
No cierra la herida. Padres llegaron con portaretratos de sus hijos que cayeron en las protestas sociales contra el gobierno de Boluarte. Foto: Kleber Sánchez

Por: Zenaida Zea

Las familias de las víctimas de la matanza en Juliaca aún no hallan consuelo. Perciben una sensación de impunidad, que no se quieren sancionar a los responsables de las muertes; y lo más doloroso, que varios sectores, justifiquen los decesos atribuyéndoles vandalismo.

El último jueves se conmemoró el primer mes de estos dolorosos hechos con una misa. La acción litúrgica se desarrolló en el bypass de la salida a Cusco, el lugar donde cayeron la mayor cantidad de víctimas, cerca del aeropuerto internacional.

1. Médico solidario que ayudaba a heridos

Marco Antonio Samillán Sanga (31), no solo tenía un futuro promisorio como médico. Su hermano Raúl, que preside la Asociación de las Víctimas del 9 de Enero, señala que se propuso convertirse en un neurocirujano. También era cultor del arte, como narra Flor Briseida Vilcapaza Colca, integrante del conjunto de sikuris AJC de Cabanillas.

“Marco siempre le gustaba apoyar y era solidario. Una vez, después de nuestra presentación, nos llevó a su casa para una recepción y nos dio almuerzo, señala con nostalgia la joven. Considera injusto que su compañero haya muerto cuando intentaba ayudar a los demás heridos en los enfrentamientos con la Policía por la toma del aeropuerto.

Richard Ilaquita Cruz, aún no asimila la muerte de su hermano. “Lo mataron a quemarropa”, señala entre lágrimas y portando su fotografía en el trayecto la cementerio.Asegura que no participaba en ningún acto de violencia. Fue herido en el hombro cuando escapaba de la represión policial en el sector de la salida a Cusco.

2. Padres con heridas abiertas

“Que se vaya Dina Boluarte, a ella nadie la elegido”, exclama con una sensación de impotencia Rafael Rolando Pilco Mayta, quien no acepta que repentinamente se haya apagado la vida de su hijo Nelson Uber Pilco Condori. Fue un proyectil de arma de fuego que le destrozó los pulmones, con un orificio de entrada y salida en la espalda, narró su padre.

“Por el caso del policía hacen tanto escándalo en Lima, ¿Y nosotros, qué somos para que nos maten a nuestros hijos como cualquier cosa? Queremos justicia, dijo el afligido padre de familia.

Brayan Apaza Humpiri es otra de las víctimas. Según su madre, irónicamente, quería ser policía, pero murió presuntamente a manos de ellos tras recibir el impacto de un arma de fuego en la cabeza. Su madre, Asunta Humpiri Olvea, revela que el adolescente falleció después de tres días de agonía e el hospital Carlos Monge Medrano.

Brayan tenía 15 años de edad, cursaba el cuarto año de secundaria en el colegio Comercio 32. Lo hirieron en el jirón Moquegua y se encontraría con su mamá en el mercado Túpac Amaru para luego irse juntos a su casa en el sector de la salida a Puno.

“Nosotros no somos terroristas, los que mataron son los terroristas”, dijo con llanto desconsolador, pidiendo que no se les estigmatice en este momento doloroso.

3. Vidas truncadas

El futuro de Paúl Franklin Mamani Apaza, se apagó a los 20 años. Según su padre, Mateo Mamani, ansiaba convertirse en un gran chef. Señala que el día de la represión, su hijo solo estaba mirando lo que sucedía, cuando un proyectil de arma acabó con su vida en el jirón Moquegua en horas de la noche.

“No somos vándalos, ni delincuentes. Pido más respeto por nuestro dolor”, dijo el afligido padre de familia, quien está dispuesto a acudir a organismo internacionales para que se castigue a los responsables, de lo considera una masacre.

Jhamileth Nataly Aroquipa Hancco tenía solo 17 años, cursaba el segundo semestre de psicología en una universidad de Cochabamba (estudios a distancia) y era conocida por su activismo con la organización animalista Entre Patas Juliaca. Alistaba su próximo proyecto profesional para convertirse en arquitecta.

Según sus padres, Demetrio Aroquipa y Dominga Hancco, era el mejor ejemplo para sus hermanos menores.