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Sociedad

¿Y quién habla de los niños indígenas?

Por: Jorge Luis Gutiérrez Martínez, docente de Loreto y miembro del Observatorio Socio Eclesial “Signos de los tiempos”.

Foto: Pixibay
Foto: Pixibay

Por: Jorge Luis Gutiérrez Martínez, docente de Loreto y miembro del Observatorio Socio Eclesial “Signos de los tiempos”.

A más de 100 días del inicio del aislamiento social obligatorio, se me vienen a la mente nuestros niños indígenas de las comunidades asentadas en las orillas de las cuencas de la Amazonía, de quienes casi no se ha hablado.

Una de las grandes interrogantes es pues, ¿qué está pasando con los niños, acostumbrados a una vida libre de opresiones y prohibiciones, al aire puro, al campo, al disfrute pleno de su medioambiente natural, cual aves en plena libertad de expandir las alas y volar?

Esta pandemia nos debe llevar a una gran reflexión, especialmente a aquellos líderes políticos, autoridades y grandes personajes, acerca de nuestra diversidad no solo geográfica, cultural, social, sino también tomar en cuenta las particularidades propias de cada zona indígena, en este caso de la cuenca del río Tigre, en la provincia de Loreto – Nauta.

Como ya lo dije en una oportunidad, aquí se ha tomado el aislamiento como una forma de aprender sobre el cuidado y la preservación de su propia cultura. Así, en medio de la pandemia, están logrando sobrevivir y conservar un respeto único por su gente y por su medioambiente. Sin embargo, sus costumbres y tradiciones, practicadas a diario y adquiridas de generación en generación, ya no pueden realizarse. Hablamos de actividades como la minga, el trabajo comunal, el deporte o el concho. Y quienes se están viendo afectados son los niños, pues son ellos quienes deberán conservar y traspasar sus costumbres a las futuras generaciones. Pero si estás se dejan de practicar, ¿cómo podremos seguir hablando de ellas?

Es por eso, que hoy los niños indígenas están perdiendo varias oportunidades y tienen un futuro incierto, pues -desde mi punto de vista- se les está cortando las alas, así como la ilusión de estudiar para ser mejores y para buscar el desarrollo de sus pueblos. Los ancianos sabios lo saben, y ellos están aprovechando los espacios pequeños que tienen con los niños para trasmitir esos conocimientos ancestrales, y puedan así ser conservados en el tiempo. Porque lamentablemente son los ancianos los que ya han experimentado lo que significa no ser tomado en cuenta o ser los últimos en los que se piensa. Pero no olvidemos que los niños indígenas también son seres humanos: piensan, sienten, aman, tienen deseos y anhelo.

La pregunta ha sido, es y será siempre a través del tiempo. ¿Se piensa en la educación y el futuro de los niños indígenas? Desde el Ministerio de Educación (MINEDU), posiblemente no. Existe un oculto e inentendible sentido de la interculturalidad, para una educación de una población olvidada política y culturalmente. ¿Desde el MINEDU acaso se ha pensado en esa población vulnerable indígena o se mira aún con la misma concepción de la cultura urbana? ¿Seguimos mirando a la Amazonía como una zona homogénea? Son preguntas que a la vista de los que estamos cerca de los pueblos originarios nos es fácil responder con un certero “Sí”. Quienes conocemos la realidad amazónica, sabemos que, muy a pesar de los grandes volúmenes de escritos en las bibliotecas sobre la Amazonía, las leyes y normas legales sin aplicar, la política intercultural orientada a mejorar la calidad de vida del indígena amazónico aún no logra aterrizar.

Si bien hay grandes y pequeños esfuerzos, desde el gobierno nacional y desde los gobiernos locales, desde hace siglos, el hombre indígena y la selva misma clama por ayuda. Es por esto que nuestras instituciones tienen que sumar ejemplos concretos y completos para adecuar los protocolos de atención a las poblaciones vulnerables, donde el principal punto de partida sea la calidad y calidez en los servicios que se preste.

Hoy, en tiempos del Covid-19, todos juegan sus propios partidos. El sistema rural indígena se encuentra en cuidados intensivos. La educación homogénea y urbanística no pueden ni deben ser experimentos. Esto debe aterrizar en una política educativa intercultural, teniendo en cuenta la diversidad lingüística, cultural, geográfica y social, para poder afrontar situaciones como la que se está enfrentando ahora en medio de una pandemia, donde el mensaje adecuado, pertinente y sencillo pueda ser entendido por el poblador de a pie.

Ese es el verdadero reto de los políticos y tecnólogos; el nuestro, como ciudadanos y miembros de las comunidades excluidas, es poner el máximo esfuerzo para que se pueda ir concretizando el hecho de llegar a los lugares menos inaccesibles. Nuestra mirada hoy apunta a los niños en tiempos del Covid-19, a los sabios ancianos de las comunidades indígenas y a un real proceso de interculturalidad, donde el hermano indígena no sea visto como el último elemento que salvar, sino crear nuevas políticas que contemplen los mismos derechos y oportunidades para todos.

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Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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