¿Cuál es el legado político de Alberto Fujimori?
MULTIENFOQUE. Diversos analistas comentan a La República sobre la herencia política dejada por el exdictador en el devenir histórico peruano de las últimas tres décadas.
Juan de la Puente: “El Perú conservador y no democrático lo siente su símbolo”
La muerte de Fujimori no abre ni cierra ninguna etapa. Su gobierno inició el ciclo neoliberal y autoritario que fue superado en su fase política el año 2000, pero no en su fase económica.
La estantería del modelo económico se ha caído y, en cambio, la captura del Estado que se escenifica los últimos meses es la recuperación de su modelo político, con sus cuotas de corrupción e impunidad inherentes.
El Perú conservador y no democrático siente que es su símbolo; subestima el golpe de Estado de 1992, la corrupción de su gobierno y la violación de los DDHH. No creo que la historia sea con él indulgente. No tendrá más trascendencia de las que ahora tienen Leguía y Odría. Será recordado, pero no enaltecido. La memoria democrática será más decisiva.
Su desaparición es un alivio para la ultraderecha, que se veía forzada a rendirle honores al fujimorismo, especialmente por Fujimori. Fuera de la escena, será más difícil para el fujimorismo rentabilizar su figura. Pasó con otros dictadores.
Paula Távara: “Instauró el sálvense quien pueda”
Los años del régimen dictatorial de Fujimori instalaron un sistema económico y político centrado en los bienes privados, a la vez que construyeron un Estado mínimo en el que los derechos y servicios públicos se precarizaron.
Lo que han querido denominar “capitalismo popular” no es otra cosa que una doctrina que favorece a las élites, alienta la desigualdad y desarma el tejido social. Esto sigue teniendo efectos directos en la relación de la ciudadanía con la democracia porque, en un escenario de competencia por el éxito o la supervivencia personal, ¿qué sentido tiene intentar recuperar la democracia, la política o las instituciones públicas que “nos” representan? Ninguno.
Ese legado ha permitido que los actores y coaliciones políticas autoritarias que Fujimori y su cúpula promovieron sigan horadando la democracia y perpetuando sus objetivos, pues cuanto menos actuemos los ciudadanos, más fácil es sostener el poder y las prebendas que este permite. Nos toca ahora reconstruirnos juntos.
José Alejandro Godoy: “Alberto Fujimori envileció la política peruana”
Alberto Fujimori inauguró en América Latina un estilo de gobierno no democrático en tiempos contemporáneos y se convirtió en una de las primeras autocracias mediáticas fuertes, no solamente en la región, sino también en el mundo. No solo por la presencia de Fujimori como un personaje que estuvo todo el tiempo muy presente, inaugurando obras, haciendo anuncios en eventos oficiales, sino también por el control que tuvo de los medios de comunicación. Durante su gobierno se compraron las líneas editoriales de canales de televisión.
Fujimori es el primer presidente peruano en ser condenado por casos que no solamente implican eventos de corrupción, sino que también suponen claras y graves violaciones a los derechos humanos, como los casos vinculados a Barrios Altos y La Cantuta y al destacamento Colina. Es uno de los primeros mandatarios latinoamericanos en ser sentenciado por este tipo de eventos que empañaron a la región durante varias décadas en el siglo XX.
Los partidarios de Fujimori van a tratar de esgrimir como parte de lo positivo de su legado la derrota del terrorismo, las reformas económicas y la paz con el Ecuador, pero hay que decir muy claramente que, si bien el gobierno de Fujimori hace reformas económicas importantes, las mismas son frenadas por él en 1996 y el periodo de Fujimori acaba con una fuerte recesión. Es más, el gran crecimiento peruano viene después de la caída de Fujimori durante los periodos democráticos de Alan García, Alejandro Toledo y Ollanta Humala.
La derrota del terrorismo es más bien un logro nacional en el que confluyeron comités de autodefensa, FFAA y sobre todo la inteligencia policial. De hecho, Fujimori no sabía de la captura de Abimael Guzmán en el momento en que esta se produjo. Es un presidente que sí supo aprovechar bien los réditos políticos de estos eventos y con eso pudo construir un movimiento político que se mantiene vigente hasta el día de hoy y cuyo liderazgo es ya asumido claramente desde hace muchos años por su hija Keiko.
Fujimori pasará a la historia como una persona que envileció la política peruana. Y aquí me refiero a su estilo de gobierno, en el cual se caracterizó por aprovechar los lados más sórdidos y truculentos de la sociedad y tratarlos de elevar y de generar como cuestiones que tenían que ser vistas de modo muy beneficioso para la sociedad. Se confundió pragmatismo con violación de la ley, se confundió emprendedurismo con violar las normas con informalidad y, finalmente, es probablemente, junto con todo lo antes mencionado, el legado más pernicioso del personaje en general.
Marisa Glave: “Su política fue autoritaria y criminal”
La configuración de la política peruana, como espacio de cinismo y de prebenda, donde el interés personal y subalterno es lo que manda, es la principal herencia que deja Alberto Fujimori. Su ejercicio autoritario del poder se caracterizó, por un lado, en la compra de sus adversarios o en su persecución en caso de fracasar, así como a la transformación del debate político en un show mediático, banalizado, frívolo y precario.
En esta época, la década de la antipolítica, como la llamó Carlos Iván Degregori, el régimen de Fujimori y Montesinos buscó deslegitimar la política tradicional, cosa que no resultó difícil, junto con establecer un mecanismo de legitimación social desde la clientela, para lo que necesitaba destruir el capital social existente, golpear las organizaciones sociales, gremiales y sindicales que pudieran oponerse a las medidas que pretendía implementar. El dictador necesitaba súbditos agradecidos, no ciudadanos conscientes de derechos.
Su política no fue solo autoritaria, sino criminal. No dudó en usar un brazo asesino, el grupo Colina, como lo señalan sentencias históricas que no podrán borrarse. Pero toda época oscura trae también luces de resistencia. No puedo recordar al exdictador sin rememorar también la valentía y decisión de los familiares de víctimas de Colina, en particular de La Cantuta y Barrios Altos, que mostraron que no nos podemos rendir ante el oprobio. A ellas y ellos, que seguro hoy recuerdan a sus muertos, mi más sincera gratitud por no rendirse y por buscar justicia.