José Rodríguez: “Sagasti me contó que trata de introducir un poco de sensatez en la política peruana”
Entrevista al peruanista, periodista, escritor y diplomático chileno. Fue editor de Internacionales de la revista Caretas en los últimos años de la dictadura militar y del retorno a la democracia. Ahí conoció a Francisco Sagasti.
El pasado sábado, JRE fue invitado a un programa cultural chileno para conocer su opinión sobre la grave situación en el Perú. En esa entrevista, Rodríguez Elizondo pronosticó la elección de Francisco Sagasti como presidente de la transición. También reveló que horas antes se había comunicado con Sagasti para saber qué es el Partido Morado.
¿Cuál cree usted que es el activo y cuál el pasivo de Francisco Sagasti?
Me estaba entrevistando Cristian Warnken, un prestigioso intelectual chileno y ahí apunté lo bueno que sería para el Perú tener como presidente a Francisco. Y no porque fuera el menos malo, sino porque hoy no existen en la política regional intelectuales de su talla. ¿Que cuál es su pasivo? Tal vez haber hecho un pacto con el diablo para mantenerse idéntico a cuando lo conocí.
¿Sagasti le respondió? ¿Ya sabe qué es el Partido Morado?
Yo identifico el morado con el Señor de los Milagros. Él me envió algunos adjuntos para ilustrarme y me contó que estaba tratando de introducir un poco de sensatez en la política peruana. Aún no proceso esa documentación pero, por lo que conozco del actual presidente, deduzco que está en posiciones humanistas, moderadas, tratando de rescatar la probidad y la transparencia en la función pública.
En los años que Ud. trabajó en Caretas, Sagasti ya era voceado como candidato ministerial o algo así como un gurú economicista. Sin embargo, desapareció del mapa político hasta su reciente elección como congresista del partido Morado. ¿Por qué cree que no prosperó su carrera política?
Él era un colaborador apreciado de la revista y nunca supe que haya estado en una “carrera política”. Como intelectual y tecnocientífico público, vivía preocupado de lo que llamaba “agenda Perú” y sobre eso conversábamos en las tertulias en casa de Enrique Zileri. Quizás algún político profesional trató de ficharlo. Si así fue, presumo que Francisco pronto captó lo que suele pasar en todos los partidos actuales: sus dirigentes aprecian más a los operadores que a los buenos intelectuales, pues estos son respondones. Hay un libro de Max Weber que discurre sobre la incompatibilidad entre el científico y el político. Para mí, Sagasti entró a la política precisamente porque el sistema de partidos ya había naufragado en la mediocridad y el país peligraba. Muy propio de un patriota.
Aquí ya se habla de la “Generación del Bicentenario” y muchos comparan la situación con los recientes sucesos en Chile, ¿qué similitudes y qué diferencias ve en ambos casos?
Para quienes estamos en la última juventud es difícil entender qué pasa con los jóvenes realmente existentes. Como profesor universitario lo tengo más fácil, pues dialogo mucho con ellos. Sé que abominan de los partidos, que son más sensibles a posturas de izquierdas que de derechas y que no disfrutan con los libros. La información que consumen viene de las redes sociales, y estas distan de ser funcionales a lo que uno quiere para su patria… palabra que les suena vetusta. Con todo, los jóvenes anarcos, destrozones y antisistema democrático son la clásica minoría coherente que se impone a las mayorías apáticas. Por eso, me alegró que los jóvenes chilenos hayan votado en el plebiscito optando, implícitamente, por la democracia. Por lo mismo, fue excelente que en el Perú hayan salido a la calle a decir “basta”. Son buenas señales.
A Ud. le tocó vivir el tránsito de la dictadura militar al retorno de la democracia. Nosotros, los muchachos de entonces, también marchamos exigiendo democracia. ¿Qué diferencias ve entre ambos momentos de la política peruana?
La diferencia principal es que el momento peruano actual lo conozco desde fuera y el fin de su dictadura militar lo viví desde dentro. Por eso, tengo mucho respeto por el general Francisco Morales Bermúdez. Para iniciar la transición a la democracia debió deponer al general Velasco, homogeneizar políticamente a los militares de las tres armas, compartir poder con una Asamblea Constituyente presidida por Haya de la Torre y entregar el poder a Fernando Belaunde, depuesto precisamente por Velasco. Como el propio general lo decía, lo suyo fue una “dictablanda” y pocos supieron decodificarla mientras se desarrollaba. Entre esos pocos estuvo, me consta, el director de Caretas, pese a que vivió episodios tan duros como la clausura de su (nuestra) revista.
Ud. ha sido un observador privilegiado de nuestra historia en los últimos 50 años. ¿En qué momento se jodió el Perú?
Acepto lo de observador privilegiado, pero se debió a mi aprendizaje con la familia peruana de mi esposa, los colegas y entorno de Caretas y las más altas personalidades públicas de esa época. Arriesgo una respuesta. Para mí, el momento fatal se produjo cuando Alan García, por aversión al propio Vargas Llosa, decidió apadrinar la candidatura presidencial del entonces desconocido Alberto Fujimori. Quizás creyó que este le devolvería el sillón tras cumplir su período, siguiendo lo que yo llamo “el método Trujillo”. Aludo a ese dictador dominicano −también personaje del novelista− que cada cierto tiempo dejaba como subrogante a un señor Balaguer. A partir de esa opción desdichada y con excepción del año transicional de Valentín Paniagua, reventó el sistema de partidos estructurados incluyendo el Apra, para mí el partido de izquierda más importante de la región. Fujimori y todos los gobernantes que siguieron terminaron pésimo. García incluido. Los investigadores dicen que se hicieron clientes de Odebrecht y por esa vía contribuyeron a la crisis macro que sufrimos hoy. Y excúsenme si me incluyo en el plural, porque también me duele el Perú.
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