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Política

Historia de la corrupción

“La corrupción no es exclusiva de un tipo de régimen. Lo mismo aparece en uno autoritario, despótico o totalitario, que en otro democrático”

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“La corrupción no es exclusiva de un tipo de régimen. Lo mismo aparece en uno autoritario, despótico o totalitario, que en otro democrático”.Los corruptos de cuello y corbata existen desde antes que se inventara el cuello y la corbata. El italiano Carlos Alberto Brioschi nos recuerda en Breve historia de la corrupción que el robo del dinero público es tan viejo como el tiempo. Con citas de los filósofos de la Antigua Grecia, de los clásicos Dante, Shakespeare y Cervantes, además de San Agustín, Descartes y La Rochefoucauld, hasta los pensadores modernos, entre muchos otros, Brioschi concluye que la corrupción se ha normalizado en la actualidad.

“La raíz de todos los males es la avidez del dinero”, frase atribuida a San Pablo, explicaría el origen de la corrupción. El uso de la política para el enriquecimiento ilícito es de vieja data y esta práctica ha desanimado a los hombres honrados a dedicarse a la función pública, como relató Platón: “Cuando era joven pensaba en incorporarme pronto a la vida política. Observando las muchas fechorías cometidas me alejé de las miserias de entonces”. También son antiquísimas las justificaciones para el latrocinio. Paflagonio, personaje principal de Los Caballeros, de Aristófanes, sorprendido con las manos en la masa, se defendió: “¡Pero yo robaba en interés del Estado!”. Estas citas tomadas del libro de Brioschi indican que la corrupción es una plaga de la que no han conseguido librarse los hombres. Quizás porque siempre han encontrado fórmulas para justificar la reprensible conducta de meterle uña a los fondos públicos.

“Entre la salvación de un tercero y la salvaguarda del propio interés, se debe preferir siempre la segunda solución”, recomendó Hecatón. “Napoleón Bonaparte solía decir a sus ministros que les estaba concedido robar un poco, siempre que administrasen con eficiencia”, apunta Brioschi.

La corrupción no es exclusiva de un tipo de régimen. Lo mismo aparece en uno autoritario, despótico o totalitario, que en otro democrático. “Los enriquecimientos ilícitos, favorecidos por los privilegios de unos pocos, fueron una constante bajo Hitler y Stalin como con Mussolini y Franco”, indica Brioschi. La diferencia consiste en que una democracia los ciudadanos son los que eligen a los gobernantes. Son ellos los que, entre varios candidatos, prefieren al que tiene antecedentes criminales. El periodista italiano Giuseppe Prezzolini, también citado por Brioschi, decía con razón: “La corrupción no es solo la de los políticos, es democrática, atraviesa toda la escala social”. No votar por los que trivializan la corrupción, sería un buen comienzo.


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