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Política

Cuatro datos que encajan

“La coalición conservadora con promesa autoritaria que se ha formado en las alturas del poder, y que ha salido de los límites parlamentarios para incluir a otras instituciones, aun es una minoría en la sociedad”.

DE LA PUENTE
DE LA PUENTE

Nunca como ahora, desde que se mide la opinión pública en el Perú, apareció con tanta claridad la distancia entre los ciudadanos y la élite. En un país donde el remoquete de populista es una pulsación primaria que intenta acabar con lo que no se entiende, la sociedad nos brinda una lectura racional y abierta de esta etapa incierta, la primera de una transición que se anuncia larga.

Cuatro datos de la reciente encuesta de Ipsos son aparentemente discordantes; resumen, no obstante, brechas pronunciadas entre la situación de los actores, es decir, entre su disponibilidad y sus reales posibilidades. El 70% se muestra a favor del adelanto electoral, pero solo el 46% cree que se adelantarán las elecciones. Luego, el 48% aprueba la gestión de presidente Martín Vizcarra, aunque el 65% se opone a su vacancia.

En un ejercicio de agregación y desagregación continua, estos datos revelan la existencia de una mayoría favorable a que se ponga fin a este ciclo político. Esta mayoría, sin embargo, no es rupturista; apuesta por una transición democrática, un “que se vayan todos” en clave constitucional y pacífica. Y si se puede, pactada.

Los 24 puntos que median entre el respaldo al adelanto electoral y la probabilidad de su realización son el reconocimiento de la fortaleza de un sistema que se niega al cambio a pesar de los remezones. De ahí irrumpe un código de la transición que debe ser visibilizado: el dato grueso no es la demanda de cambio sino la resistencia a él.

En vías de agregación, la primera tendencia de estos datos, a 50 días de la propuesta de adelantar las elecciones, es un equilibrio entre “adelantismo” y continuismo. Es un equilibrio en movimiento que si bien hace “archivable” la propuesta del Ejecutivo, está a la espera de un giro del Gobierno en respuesta, el famoso Plan B que se le reclama al presidente.

No debe obviarse una segunda tendencia, el ritmo lento de esta transición contra una élite afligida que sobreactúa y se ataranta. Los ciudadanos imponen un compás menos ansioso, cuestionan las salidas radicales y el ajuste de cuentas entre los actores, al punto que el mismo adelanto electoral ha retrocedido algunos puntos. Los ciudadanos esperan y son dueños de una incertidumbre cuya clave es la expectativa y no la angustia. En esta reacción juega probablemente un papel decisivo, la convicción de que no existe crisis económica y que no es cierto, o no creen, que “ya llega la recesión” y “el país está parado”, una recusación al chamanismo. ¿Cómo leer esto? “Tu incertidumbre no es como la mía”.

La tercera tendencia se refiere al presidente. Los ciudadanos lo siguen prefiriendo como un garante de este proceso, aunque ha subido a casi un tercio el porcentaje de que quienes creen que debe dejar el poder. La coalición conservadora con promesa autoritaria que se ha formado en las alturas del poder, y que ha salido de los límites parlamentarios para incluir a otras instituciones, aún es una minoría en la sociedad. No por mucho tiempo; si la coalición democrática no define un liderazgo y una narrativa de cambio y orden, la brecha que muestran estos datos se cerrarán por la derecha. ¿Y hay coalición democrática? ¿Es tarde para ella?

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